Texto publicado por JAIME MAURICIO GAITÁN GÓMEZ

LOS TEMORES NOS LIMITAN MÁS QUE LA PROPIA DISCAPACIDAD.

El haber vivido con la incertidumbre de no poder saber a ciencia cierta las reacciones que le ocasionamos a quienes nos rodean por causa de nuestra conducta, opiniones o por el simple hecho de estar compartiendo espacios y escenarios con otras personas de las que, incluso, llegamos a imaginarnos sus reacciones, pero jamás poder corroborarlas, por nuestra falta de funcionalidad visual, nos hace personas absolutamente inseguras y que con el paso del tiempo, vamos acumulando complejos y adquirimos incompetencias en nuestro relacionamiento socio familiar, situación que termina por hacer mucho más drástica nuestra condición de discapacidad.

Resulta fácil tomar consciencia y racionalizar esta realidad, pero como sucede con cualquier persona, nuestros propios prejuicios nos han amoldado la personalidad y nos encasilla la conducta, llegando en muchos casos, a generar resentimientos sociales, convirtiéndose toda esta dinámica, en un círculo vicioso, o, mejor aún, en una interminable espiral que como los huracanes, se retroalimentan de su misma naturaleza y condiciones para ser cada vez más letales, pero, como sucede con tales fenómenos climáticos, con el paso del tiempo, se desvanecen, lo que por sí mismo, implica que al final podemos contar con la esperanza que nos adaptaremos y los efectos de nuestras inseguridades, cesarán.

La lección no puede ser otra que a pesar de nuestros temores, algún día dejaremos de experimentarlos, pero lo negativo es que como en el caso de los huracanes, nuestros temores son más perjudiciales precisamente cuando se alcanza el momento más vital y por ende, el más productivo.

La sociedad per se, no es culpable de nuestra discapacidad, pero al igual que lo que experimentamos como personas, la sociedad al estar compuesta por individuos con sus propias vivencias y prejuicios, al final, se convierte en ese elemento natural que retroalimenta nuestros temores.

Si lográramos superar esas condiciones externas y dominar las internas, no dándole mayor importancia a las primeras y tomando nuestras convicciones como plataforma de nuestros objetivos socioeconómicos, identificando nuestro rol en la sociedad y asumiéndolo como la meta de nuestro accionar y por tal razón, estableciéndolos como nuestros proyectos de vida, entonces, a pesar de nuestros temores, superaremos los inconvenientes sociales producto de la discapacidad, conscientes que la misma seguirá presente, pero con la personalidad fortalecida para que nos permita darle sentido a nuestras vidas y que debemos ser propositivos, esperando que nuestras metas, a pesar de lo traumático que haya podido ser el recorrido, las podamos alcanzar, así sea, en el peor de los casos, esperando que pasen las cosas como sucede con los huracanes y vayamos transitando los caminos, pues ellos tienen un final y dejan alguna enseñanza.