Texto publicado por JAIME MAURICIO GAITÁN GÓMEZ

REALIDADES, CREENCIAS, CONCIENCIA… EJES DE CONDUCTA Y MOTIVACIONES PARA TOMAR

La historia de la humanidad, está enmarcada por el desarrollo de la inteligencia de esta especie que ha dominado el planeta en el último millón de años, datación que ha podido ser establecida precisamente por la capacidad y uso que esta especie ha hecho de su cerebro, condición que ha caracterizado a los seres humanos, quienes como consecuencia de su capacidad intelectual ha podido desarrollar la conciencia y a través de ella, le ha permitido cuestionarse asuntos trascendentales como su procedencia y su destino.

En ese orden de ideas, en medio de la violencia que ha ejercido el ser humano no solo para poder imponerse sobre las demás especies vivas, sino que adicionalmente, los grupos humanos más fuertes han empleado a la violencia como vehículo para alcanzar predominio sobre los grupos más débiles de su misma especie y con ello, paradójicamente, haber logrado el desarrollo de la civilización, la humanidad ha encontrado en su febril imaginación, respuestas a preguntas tan básicas y trascendentales como el origen de sí misma y de todo cuanto existe, llegando por diferentes imaginarios derivados de sus vivencias grupales, a la conclusión que existe un ser supra natural, una entidad con voluntad propia de la que jamás podremos saber su naturaleza, imaginarios que en la práctica, le ha otorgado a cada tribu o agrupación, identidad y sentido de pertenencia que le ha permitido a cada grupo que ha alcanzado algún tipo de predominio sobre otros, construir bases de sociedades que de acuerdo a sus experiencias, han creado culturas y religiones que han definido características particulares de las comunidades, siendo la homologación de creencias en cuanto al ser o seres supra naturales, la manera de manifestar dicho dominio.

El desarrollo del intelecto humano, ha llegado a un punto en el que además de haberse servido de la ciencia para ir develando algunos de los secretos que dieron origen a las religiones, ha podido concluir que realmente, sí existe una entidad supra natural que dio inicio a la existencia, materializándose la misma, en el universo que hasta ahora, está siendo conocido por la humanidad en parte de su dimensión, conocimiento incipiente que nos ha dado a los seres humanos, más preguntas que respuestas.

Sin embargo, a pesar de que los científicos solo han podido encontrar algunas evidencias que dan razón, por ejemplo, del Big Bang como un acontecimiento innegable que a partir del cual, todo tiene sentido, la persistente pregunta sobre qué fue lo que sucedió previamente, jamás será respondida, así otras evidencias permitan formular la teoría que múltiples Big Bangs se estén sucediendo, siendo el descubrimiento de los enigmáticos agujeros negros una sugerencia de ésta última, pero que además, observando los científicos estas dinámicas cósmicas, han concluido que el universo, o, universos, son entidades vivas y por ende, tuvieron un nacimiento y con absoluta seguridad, tendrán una muerte y si se trata de una cadena en la que de un universo, se originan otros, en algún momento, debió existir uno primero y éste a su vez, debió ser creado por alguna entidad con voluntad y poder de decisión y capaz de crear.

Sin el ánimo de proponer la formulación de nuevas mitologías, confieso que la pre existencia de una entidad supra natural que dio comienzo a la existencia, y por ende, a nosotros mismos, es la convicción que tengo en cuanto a la realidad que provenimos de Dios, siendo dicha entidad, precisamente Nuestro Creador.

Como ya había reflexionado, las religiones han sido creadas por los diferentes grupos humanos que en el marco de su proceso de civilización, han encontrado en ellas, su identidad cultural, conceptual y psicosocial, siendo el principal de los aportes de esas creaciones, el haberles dado a cada grupo humano, un sentido de pertenencia y los escenarios sobre los que han basado la creación de las normas que han regulado las primeras sociedades, aportes que sin lugar a dudas, han servido para establecer leyes reguladoras que se basan en la moral y la ética que se fundamentan en el sometimiento implícito que los seres humanos tenemos desde que somos la única especie civilizada sobre este planeta, a uno o varios dioses, dependiendo de las mitologías actuales o pasadas, normas que le han dado herramientas a los líderes de cada uno de los grupos actuales y antiguos, los argumentos para administrar justicia y gobernanza.

No me siento capaz de continuar con este análisis sin ratificar que he venido experimentando una paz interna asombrosa desde que he evitado el permanente conflicto entre mi racionalismo, del cual nadie debe sustraerse, y, los dictámenes que mi conciencia elabora en cuanto a la dependencia espiritual de un Creador que le dio origen a todo cuanto existe, así las evidencias nos lleven a concluir que el estado actual de las cosas en nuestro planeta y de lo que los científicos pueden observar por estar ante sus ojos, nos dejen saber que finalmente, la humanidad y su estado actual, es la resultante de un proceso evolutivo y de permanentes cambios cíclicos sufridos por nuestro planeta Tierra, que tuvo origen en una concentración de energía y la formación de materia a partir de haberse desencadenado múltiples procesos de fusión y fisión nuclear, reacciones físicas que le dieron posibilidades de existencia a las estructuras que a su vez, permitieron la aparición de materiales minerales y biológicos, aspectos que dejaron como base de todo cuanto existe, una estructura común sub atómica que nos hace seres y materia con un único origen.

Pero por supuesto, se hace también necesario que quienes tengan la posibilidad de leer estos análisis en los que he invertido mucho de mi tiempo, sepan que la verdad, a pesar que debe ser un propósito humano que debemos perseguir, creo que como concepto, no se puede definir, en la medida que todos los acontecimientos que suceden, han sucedido y sucederán, son modificados desde su misma ocurrencia y para poder sustentar esta aseveración, me permito compartir un ejemplo sencillo y que es de permanente ocurrencia, para lo que les pido que se imaginen a un peatón que llega a un cruce de avenidas y sin detener el paso, accede a la calzada que por estar habilitada por la luz verde del semáforo para que los vehículos automotores pasen la intersección, el peatón es atropellado por uno de tales automotores y la reacción de los testigos, como “¡que bruto!”, o, “¡pobrecito!”, o “¿por qué no frenó ese estúpido?, etc., por sí mismos, dejan en la interpretación de los testigos, todo tipo de juicios de valor y al no poderle preguntarle al peatón si llegara a perder la vida en el suceso, jamás se podría saber cuál fue la razón por la que no se detuvo en el cruce de las calles, si fue por no haber visto que el semáforo no lo habilitaba para que pasara, que estaba distraído, que se quería suicidar… Y si esto es lo que pasa con algo actual y que puede ser contado por medios modernos y tan inmediatistas como por ejemplo, las redes sociales, ¿se han preguntado acerca de la confiabilidad de la información relacionada con acontecimientos del pasado?

Voy a incursionar en un tema que sé, causará múltiples reacciones, no teniendo yo mismo la fuerza moral para establecerme en alguno de los “bandos” que dé origen los análisis que quiero hacer y que mi consciencia, me pide que haga, porque en todo caso, siendo una de las premisas de mi conducta, el pleno respeto por las ideas y maneras de pensar de todos quienes me rodean cercana o comunitariamente, estoy convencido que expresar lo que siento, me permitirá acceder a vivir con más intensidad, la paz que los hechos más recientes, le han dado a mi vida, no sin antes compartir otro de los principios que han regido mi perfil psicológico, que se refiere a mi desagrado por todo tipo de manifestaciones acerca del “ego”, lo que para cualquier desprevenido, parecería una contradicción en la medida que lo que estoy haciendo, o sea, comentar “mí” punto de vista, parecería ir en contra vía a este principio, pero lo cierto es que lo que pretendo, es ser lo más objetivo posible y si ello, lastima a quienes me rodean, les ofrezco de antemano, mis más sinceras disculpas, pero insisto, quiero ser coherente con mis propias dudas.

Hecha esa aclaración, retomando lo que yo percibo como “verdad”, a mi consciencia llega la convicción que los mitos religiosos, cualquiera que ellos sean, carecen de rigurosidad para que sean catalogados como verdades, porque si como en el ejemplo del peatón atropellado, la verdad es la primera víctima en desvirtuarse como consecuencia de los prejuicios incluso de los mismos testigos presentes que se atreven a lanzar conceptos solo por haber estado allí, ¿qué se puede esperar de historias que han sido contadas a través de la tradición oral de generación en generación, sin mediar la participación de cronistas o periodistas que registraran las historias de manera inmediata?

Sin embargo, no es mi deseo de manera alguna, descalificar a ninguna religión ni a quienes están convencidos que experimentar sus vivencias en el marco de alguna doctrina, es lo que satisface sus necesidades espirituales y sus relaciones personales con el que de nuevo, ratifico, es el Creador, así yo no pueda definir cómo es ni mucho menos, su naturaleza.

Al haber yo nacido en una sociedad regida por el cristianismo y específicamente, de su vertiente católica, habiéndome casado con una maravillosa mujer pletórica de valores y quien con su familia, se congrega desde hace más de cuarenta años en comunidades evangélicas, los mensajes que he recibido constantemente en materia religiosa, son basados en la Biblia, libro excepcional, cargado de mensajes muy profundos que enseñan a buscar paz espiritual, buenos hábitos personales y sociales, solidaridad y amor, lo que me lleva a que mis análisis en esta materia, sean basados en esta religión, lo que me parece de suma importancia reconocer y advertir para poder definir la construcción de la consciencia y especialmente, de la mía.

Así, creo que lo que relata la Torá o Antiguo Testamento de la Biblia, es la recopilación de leyendas y mitos que en algún momento, algunos letrados escribidores y cronistas de la antigüedad del pueblo hebreo, hicieron, relatos cuya fuente fueron las historias contadas a través de la tradición oral que le dieron identidad a la Nación Israelita que se convenció ser el pueblo elegido por el Creador y el pueblo que lideró y arraigó el monoteísmo como su fuente de identidad, lo que para éste, resultó de importancia esencial para su sobre vivencia en un medio geopolítico adverso y hostil, siendo llevado por las convicciones de Abraham a conquistar y permanecer a orillas de la costa oriental del Mar Mediterráneo, territorio que en los tiempos del nacimiento de la Nación Hebrea, como en la actualidad, es de una innegable importancia estratégica por tratarse de el paso obligado de todos los grandes imperios de ese periodo histórico y, en tiempos modernos, por la presencia en territorios cercanos de petróleo, materia prima del voraz capitalismo que tiene como su principal herramienta, la industrialización del mundo moderno que no pudiera existir sin los derivados de este hidrocarburo, situación que hizo que las civilizaciones e imperios más poderosos, permanentemente, hayan querido dominarlo, tomando siempre a sus pobladores como esclavos y haberlos sometido a civilizaciones o ideologías basadas en identidades político culturales en el culto de múltiples dioses, religiones que siempre han tenido como efecto práctico haber servido como el vehículo para establecer normas, leyes y estilos de vida a las sociedades, en otras palabras, haberles dado, como hasta no hace mucho, identidad a las naciones, naciones que para los tiempos de la consolidación de la nación Israelita, eran sus enemigas y por tal razón, afianzarse en el monoteísmo y seguir con extrema disciplina y doctrinas lo que los líderes hebreos exigían en nombre de Dios y que transmitieron a los súbditos a través de órdenes emitidas por las autoridades y de las que ahora podemos saber gracias a la Torá, obediencia que les ofrecía garantías para trascender y no declinar a los imperios que permanentemente los invadían y sometían y de esa manera, haber dejado el legado para la civilización occidental moderna a través de la religión que se derivó del judaísmo, o sea, el cristianismo.

La biblia se complementa con los relatos acerca de la vida y el legado de Jesús, tal vez el más decisivo personaje que ha determinado con el ejemplo de su vida el derrotero de la civilización occidental, que como en el caso de la Torá, tales escritos hechos por algunos letrados, son la resultante de haber recopilado las historias que fueron contadas a través de la tradición oral de generación en generación, historias que en principio, fueron contadas por quienes vivieron en los tiempos de Jesús y además, lo acompañaron en lo que Él, tenía como su propósito, el que sin lugar a dudas, fue decisivamente influenciado por los imaginarios judíos en cuanto a la llegada de un Mesías que reivindicara al pueblo israelita después de más de veinte siglos de persecuciones y sometimientos a imperios que permanentemente invadían el territorio que desde los tiempos de Abraham, el pueblo judío tenía el convencimiento de su propiedad que les fuera dado por Dios.

Los hechos que se han ido dando a través de la historia, siempre enmarcados por la naturaleza violenta del ser humano, han venido moldeando el perfil psicosocial de la humanidad y el reparto de las tierras que el hombre, le ha venido arrebatando a la fauna y flora que paradójicamente, son los factores que hacen sustentable su existencia mientras el ciclo vital de La Tierra y su entorno cósmico, llegue a su final.

En ese orden de ideas, el cristianismo no hubiese pasado de ser una mitología relacionada a la parte disidente del pueblo judío si no hubiera mediado la intervención de quien fuera el último de los emperadores del otrora imperio más poderoso que la humanidad había conocido en la antigüedad, el imperio romano, el que en cabeza de Constantino, vio sus últimos años de gloria, en el tercer siglo Después de Cristo, siendo una de sus más trascendentales decisiones y actos de gobierno, haber instaurado como religión del imperio, al cristianismo, hecho influenciado especialmente por su madre y haberlo logrado al resultar vencedor militar de sus adversarios.

Como otras mitologías y religiones, el cristianismo fue el portafolio de normas que debían ser seguidas por los súbditos de los monarcas que gracias a haber obtenido “franquicias” otorgadas por la naciente y poderosa institución del papado durante el medioevo europeo,, sirvió como modelo para imponer estilos de vida, bien a través de la persuasión ideológica, o, bien por la fuerza, situación que se prolongó de manera sangrienta hasta principios del siglo XX, habiendo vivido aberraciones como las materializadas en la inquisición, las cruzadas y la conformación de reinos o imperios que según sus propiciadores, eran a nombre de Dios y de las sanas costumbres enseñadas por Jesús y sus seguidores, pero cuyo trasfondo, no era más que poder tener argumentos para justificar sus posiciones sociopolíticas a las que habían accedido de manera abusiva y aprovechándose de la ignorancia de los sectores sociales que hacían parte de sus feudos en calidad de siervos, campesinos, artesanos y gente del común, quienes entre otras obligaciones, estaba la de pagarles a esos monarcas franquiciados, impuestos, tarifas de arrendamiento y todo tipo de aportes para el usufructo de ellos y de su casa matriz, o sea, el Estado que luego fuera conocido como El Vaticano.

El cristianismo luego de haber sufrido su primer sisma con la división de lo que quedara del imperio romano en lo que más adelante se conociera como imperio bizantino y con la llegada del islamismo, imperio otomano, lo que diera como resultado a la iglesia católica apostólica romana y la ortodoxa, ésta última subdividida en principio en cristianismo ortodoxo armenio y griego, en virtud de las diferencias político económicas y no tanto por diferencias ideológicas de carácter doctrinario, bajo el liderazgo de Martín Lutero y apoyándose en la distribución de millones de ejemplares de la Biblia impresa como el gran producto de la naciente y poderosa industria de la imprenta después que Gutenberg creara la máquina que con piezas removibles con la que se podía elaborar palabras, frases, párrafos y textos, lograra hacer que el libro naciera, pero en principio, por no ser la lectura un conocimiento generalizado y popular, sino por el contrario, un patrimonio de selectos grupos socio políticos relacionados con las monarquías y el clero católico, vio como apareció la versión protestante del cristianismo que se arraigó en el norte europeo como producto de no estar de acuerdo con las arbitrariedades de los Papas y la hegemonía socio política y económica de la iglesia católica, siendo gran parte de sus pobladores, quienes colonizaron los territorios de Norteamérica simultáneamente a la conquista y colonización que España y Portugal hicieran de lo que hoy en día es Iberoamérica, situación que le diera carácter a los perfiles culturales actuales de los países de origen anglosajón y, por otro lado, latinos, quedando como una isla que tomó características tanto del catolicismo como del protestantismo, el anglicanismo creado por los caprichos y necesidades político económicas de Enrique VIII.

De ahí que actualmente, sean los países del hemisferio norte que conocieron su pujanza económica gracias a la industrialización y cómo la misma fue manejada desde la perspectiva mercantilista que de manera subliminal, está presente en el ADN del protestantismo, sean los que dominan al mundo y privilegian el poder del dinero, lo que les ha permitido ser los dueños de la industria masiva de bienes y por ende, de los capitales y mercados que ahogan a los países que basaron su actualidad, en la versión católica del cristianismo o en otras ideologías que no contaron con recursos como los invasivos medios de comunicación modernos que se desarrollaron en los países de origen europeos del norte, lo que fundamentó el actual estado en el que nos correspondió vivir y del que estamos tomando los fundamentos para la conformación de nuestras consciencias.

Este somero paseo por la historia de occidente, demuestra cómo la religión, ha sido la forjadora del estilo de vida de cerca de la tercera parte de la actual civilización, siendo el cristianismo, básico para justificar el modelo decadente e injusto del monetarismo, fuente y principal motivador de la inmensa injusticia social que solo le otorga valor e importancia al dinero, medio que le ha servido a los más poderosos, mantener su dominio sobre los grupos sociales más débiles y falto de oportunidades, situaciones que vieran en el esclavismo, las monarquías, la industrialización y demás fenómenos registrados en la historia como los caminos que llevaron a la humanidad a su actual estado, con sus virtudes, pero también con sus degradantes efectos en materia de derechos humanos, pero paradójicamente, haber sido el capitalismo, el motor del modernismo del que los más de siete mil millones de personas, sin importar sus ideologías religiosas o doctrinales, gozan como los alimentos procesados, los medios de comunicación, los transportes, los avances médicos que ampliaron la expectativa de vida de los seres humanos, el saneamiento y otros beneficios que para acceder a ellos, se requiere desarrollar actividades para intercambiar por el dinero con el que se mide el estatus y la calidad de persona o ciudadano en cada uno de los más de doscientos países cuyo origen, en la mayoría de los casos, nacieron debido a los caprichos económicos y políticos de las que fueran las potencias dominadoras durante los siglos XVII, XVIII, XIX Y XX.

Pero a pesar de este panorama, quiero enfatizar que mi consciencia forjada en todos estos antecedentes religiosos, familiares y culturales, no me alejan de haber vivido experiencias espirituales definitivas, sobre todo, en los últimos meses.

Una de esas experiencias que me están permitiendo gozar más activamente de mi espiritualidad,, es haber obtenido la noticia de que mi estabilidad económica, aunque posiblemente, de manera precaria, está llegando porque fui beneficiado con el fallo a favor de una tutela con la que se me reconoce el derecho de gozar de una pensión que por haber nacido con glaucoma congénita, no me era reconocido porque los encargados de legislar, al ser parte de una sociedad en la que lo que prevalece, es la capacidad de generar ingresos monetarios para poder disfrutar de la vida, de los alimentos que la sustentan, de la educación de calidad que debería darnos las posibilidades de pertenecer a estas sociedades capitalistas, de poder vestirnos, de disfrutar de las atracciones creadas precisamente por este entorno materialista y deshumanizado, lo que para quienes lean este texto y se identifiquen con el cristianismo como la fuente para satisfacer tanto las necesidades espirituales como materiales, es la base de la estructuración de mi consciencia, esa misma que me permite creer que todo cuanto existe, incluidos los seres humanos, tenemos un único origen supra natural y por ende, no puedo sino agradecer a esa fuente, estos acontecimientos que se están presentando en mi vida.

No por eso, debo desestimar los argumentos científicos e históricos y basados en ellos, compartir con ustedes, mi convicción que deberíamos propender por cambiar los fundamentos del desarrollo y evolución de la civilización y despojar a la humanidad del yugo del monetarismo, el que ya cumplió con su aporte al modernismo que nos dio una mejor calidad de vida, lo que se ve reflejado en la expectativa de vida de los seres humanos, pero que también nos ha dejado una abismal división entre ricos y pobres, con una injusta repartición de recursos que la tierra nos ofrece y que solo pueden ser usufructuados por quienes tienen dinero, cuando tales recursos de ser distribuidos sin mediar el valor monetario que se les ha otorgado, nos permitiría a todos y cada uno de los más de siete mil millones de personas que vivimos en La Tierra, vestirnos, alimentarnos con suficiencia y calidad nutricional, acceder a medicamentos que nos proporcionen salud, vivir en edificaciones confortables hechas con materiales utilizados con consciencia ecológica y suministradas con los servicios domiciliarios que impliquen el goce de los beneficios ofrecidos por la energía eléctrica que se obtenga de fuentes no agresivas al medio ambiente, del agua sustentadora de la vida, etc., sueño utópico que implicaría el cambio de paradigmas religiosos y de toda índole y que nos haría seres más espirituales y cercanos a nuestros orígenes supra naturales.