Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

¡Ven, vuela conmigo!

Volvió a dar una voltereta en el aire, plegó un poco las alas y haciendo un vuelo en picada casi llegó hasta el suelo, deteniéndose sobre la ramita de una violeta, aspiró con gran fuerza llenando sus pequeños pulmones con aquel aroma que le hacía soñar. La mañana era fresca, agradable y un tierno rayo del sol dibujó su sombra sobre el pasto, se quedó mirando como la sombra parecía tener un color verde, voló hasta una rama de acacia con sus ojos llenos de ensueño y la imaginación a flor de piel, ya imaginaba como un hada desparramaba su polvo mágico sobre su cuerpecito llevando a cabo la transformación extraordinaria que necesitaba para llegar a los lugares más recónditos…

Estaba admirando los edificios de aquella gran ciudad cuando vió a la dama del gran sombrero se posó sobre él de tal forma que parecía un adorno mas, fue así que subió a un autocar al azhar, sin saber el rumbo que tomaría su breve existencia. Después de algunas horas se durmió profundamente. Despertó con un sobresalto al sentir que el autocar se detenía, nadie abría las ventanillas, nadie se movía de su lugar, miró con extrañeza que solo había un pasajero, en ese momento el chofer abrió la puerta y aprovechó para salir volando…
¿Dónde estaba?, jamás pensó ver un cielo verde, extasiada miraba y remiraba a su alrededor y aún no salía de su asombro cuando algo parecido a una lagartija le dio la bienvenida a su planeta, ¡no lo podía creer, estaba en Marte! Bueno no importaba disfrutaría aquel viaje al máximo, al fin y al cabo tomaría el siguiente autocar que se posara en ese lugar Fue de un lado a otro conociendo a todo tipo de gente y animales, hasta que un día sintió cansancio en sus alitas y solo deseó regresar a su planeta azul porque aunque aquí había violetas de un color extraño ella deseaba dormir sobre sus violetas en el llano que un día la vió nacer. Volvió sobre sus huellas hasta el lugar donde esperaría un autocar, pronto llegó y ella entró por una ventanilla abierta cuando pasó cerca del espejo retrovisor se quedó mirando en él con curiosidad y descubrió que un pequeño pedacito de su ala derecha estaba pintado de un verde esmeralda, en su cara se dibujó una plácida sonrisa pues el color le agradó y pensó que iría muy bien con su personalidad. El chofer, por medio de un altavoz iba dando indicaciones a los pasajeros, diciendo que en los siguientes planetas no podrían bajar del autocar pero que las pantallas les mostrarían lo mas hermoso de esos planetas y debajo de los asientos encontrarían la ropa adecuada para usar en cada uno de ellos, que se tuviera especial cuidado al llegar a Plutón pues la ropa sería muy pesada para así evitar que alguien se fuera a congelar y de ahí el regreso a la tierra sería directo, sin hacer ninguna parada mas que en las subestaciones donde cargarían el combustible necesario.
Quizá fue el cambio de clima en cada planeta que papalotl iba adquiriendo un pedacito de color diferente en sus alas, por ejemplo al llegar a Júpiter obtuvo un colorcito rosa, en Saturno naranja, Urano lo dejó pintado de azul marino, mientras que Neptuno dejaba un pedacito violeta y por último Plutón le proporcionó una partecita blanca como la nieve. Cuando tuvo oportunidad de verse nuevamente en el espejo descubrió que ahora era multicolor, al principio no le agradó mucho pero de tanto mirarse le empezó a gustar su nueva forma y pensó “si hubiera visitado mercurio” tal vez estaría de un color rojo y en Venus, estoy segura, me llenaría de un intenso ”brillo"
Al atardecer la pradera se inundó de un color rojizo con los últimos rayos del sol, fue entonces que un fuerte viento sacudió las copas de los árboles, incluida la acacia donde papalotl soñaba, despertó con un sobresalto y lo primero que revisó fueron sus alas. ¡caramba, sigo siendo la misma mariposa azul! ¡pero que sueño! Iré de inmediato a buscar un autocar para viajar a Venus sería maravilloso brillar como copitl (luciérnaga) todo el día.

Fin…marilupis