Texto publicado por Irene Azuaje

Parejas Mixtas: Sueño Imposible Para Algunos, Realidad Para Otros

A propósito de un enlace que me hizo llegar un amigo curioso de la red —que, por cierto, ve perfectamente bien—, se me hizo casi imposible no divagar sobre este tema que, para algunos está más trillado que la típica pregunta de cómo se limpian los ciegos el trasero.

Pero, como pareciera que hay personas para quienes el tema de las parejas mixtas es digno de investigación y discusión, vamos a ver qué resulta de esta divagación.

Mi buen amigo, al que llamaré M, quedó muy sorprendido —por no decir que un poco consternado— por las opiniones que leyó en un foro donde varias personas ciegas dieron su opinión a una pregunta que rondaba en torno a despejar la duda y conocer la opinión sobre la posibilidad de que una persona con discapacidad visual pudiese sostener un noviazgo con alguien que ve perfectamente.

Para empezar, a M le llamó la atención que personas ciegas se preguntasen tal cosa y, debo decir que a mí también me sorprendió un poco, la verdad. Digamos, me parece comprensible que exista la curiosidad de cómo es relacionarse con una persona diferente, en este caso ciegos con personas que ven, pero plantearse de si es posible o no, me parece tan absurdo como preguntarse si una persona gorda puede ser novia de una persona flaca, una blanca de una negra, una bajita de una persona alta y así sucesivamente.

Ese tipo de preguntas a mí me lleva a pensar, que hay una idea preconcebida y demasiado arraigada en la sociedad de que “cada oveja con su pareja” y resulta que, a diferencia de lo que muchos piensan, no se concentra en el colectivo de personas sin discapacidad.

Una cosa que me llama muchísimo la atención es que, se le de tanta importancia al hecho de ver o no ver, como un factor determinante en la posibilidad de establecer un vínculo de pareja, como si fuese más importante si se es ciego o si no se es ciego, en lugar de la afinidad, de la comunicación, de la atracción física o sicológica, al momento de intentar algo con otra persona.

Leyendo opiniones en el foro, me llama la atención la tendencia de algunas personas ciegas a la endogamia —algo que he señalado en otros post—, así como la idea —un poco rara, por cierto— de que es el otro quien debe adaptarse a la forma de convivir del ciego, como si vivir en pareja no fuese un proceso en el que ambos —si es que quieren realmente construir un proyecto de vida juntos— tienen que aportar, incluyendo la adaptación en común.

También resulta llamativo el señalamiento de muchas personas —casi como una generalización sin matices— que quienes ven rechazan a los ciegos porque tienen miedo, como si el caso contrario no fuese posible de igual forma.

¿o acaso los ciegos no sienten miedo también a lo desconocido?

Ciertamente, el ser humano —vea o no vea— puede tener miedo a lo que no conoce, pero muchas veces se puede llegar a tener mucho más miedo a lo que se conoce y, por tanto, reaccionar a través del rechazo.

Y es que, guste más o guste menos, de lado y lado, hay individuos —ojito que no hablo solo de hombres— que dan repelús —por no entrar en el uso de otros adjetivos menos halagadores—.

También me llama muchísimo la atención, esa tendencia a censurar al que ve, por rechazar al ciego y digo yo, si hay ciegos que se rechazan entre sí, ¿por qué alguien que ve tiene que estar obligado a no rechazar a un ciego?

De hecho, ¿inclinarse a la endogamia no es también una forma de rechazo hacia el que ve, porque ve?

Ah, no… seguro más de una persona hablará de que no es rechazo, es preferencia.

Entonces, ¿los que ven no tienen también derecho a tener preferencias?

Vamos, no me refiero a que sea bonito o que esté a favor de que nos rechacen por ser ciegos, pero es que ¡Por amor a dios! Nos pueden rechazar por cualquier cosa y hay que aprender a manejarlo.

Sé de alguna que otra persona ciega que rechazan a otros por ser gordos, por ejemplo. ¿Eso es menos censurable?

Y antes de que salten con el deseo de freírme en aceite por estar a favor de que no se censure el rechazo, decir que nadie debería estar obligado a relacionarse con personas que no le agraden. Así de simple.

Y está más que feo caer siempre en la misma manipulación argumental hacia quien ve, por parte del ciego (a) por manifestar que no le interesa, o no le atrae, o no tiene la disposición de entablar una relación interpersonal.

¿Qué puede ser superficial rechazar por el aspecto físico de otra persona? Puede ser; pero en todo caso, no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco, ni tampoco es muy justo omitir que, los ciegos también excluimos y discriminamos, incluso podemos ser superficiales o crueles, y un montón de cosas más; por no entrar a detallar que muchos ciegos se autoexcluyen y se hacen la vista gorda, responsabilizando a la sociedad.

Y, por cierto, haciendo un inciso aclaratorio, no es que esté a favor del rechazo —por si no se entendió más arriba—; pasa que yo creo que el verdadero problema, o sea, lo censurable, no es el rechazo en sí mismo, sino la forma en que este se lleva a cabo.

En una sociedad y un mundo utópico esto de rechazar a los demás estaría completamente erradicado; pero el caso es que no vivimos en una utopía y aún no hay una transversalidad en el principio de aceptación del ser humano en general.

Lo que sí hay es mucha presión social. Porque se nos suele valorar primero por la presencia de alguna discapacidad o anomalía y luego por todo lo demás y desde mi experiencia esto va más de la mano de la selección natural que de la ignorancia o el miedo, de la maldad o los prejuicios; y por supuesto, de la actitud del ciego.

Cabe preguntarse: ¿hasta qué punto no somos los ciegos responsables de ello?

¿Cuántas personas ciegas no se definen primero como ciegos que, como personas, incluso?

¿Cuántas personas ciegas no avivan directa o indirectamente su complejo de inferioridad por ser ciegos?

Por otra parte, no es que no existan personas ignorantes respecto de la discapacidad —tanto como ciegos ignorantes sobre otras discapacidades y sobre las personas sin discapacidad—, pero no es lo único que predomina, tampoco lo es el miedo, el prejuicio y la malevolencia.

Lo cierto es que, al momento de relacionarse y, hablo desde mi experiencia que se basa en haber tenido parejas que ven cuando yo también veía y ahora estando ciega, y un intento de vínculo afectivo con una persona ciega, el rechazo o la selección va más de la mano del instinto, de la afinidad y de las expectativas; además, la presión social también juega un papel preponderante.

Hay hombres que ven —y algunos ciegos también— que se guían más por el instinto, van tras el cumplimiento de un perfil preconcebido de mujer ideal, el cual se perfila según sus intereses y expectativas (relación a futuro, hijos, etc.). Esto no solo pasa en el hombre, también hay mujeres —ciegas o no— que persiguen un ideal, en algunos casos el príncipe azul, en otros, el proveedor de seguridad y estabilidad. Como punto de coincidencia general, muchas personas prefieren relacionarse por comodidad, buscan el confort y no el esfuerzo que implica establecer un vínculo de pareja o una relación de amistad. Otras tantas dejan que las cosas fluyan y ya está.

Asimismo, no se puede pasar por alto, que el aspecto físico —por más que los románticos quieran darle peso a lo interno y personal—, sí que importa e importa mucho y no solo a quienes ven, por cierto.

Hay ciertas condiciones que afectan a los ojos, que no son nada favorables a la estética y, puede que a los ciegos no les importe, pero a quienes ven sí, pues los ojos son un punto referente en la comunicación. Y es que, hay condiciones que resultan verdaderamente desagradables a la vista —las cuales por delicadeza no voy a detallar — y eso dificulta la interacción para el que ve. Habrá a quien no le afecte mucho, pero habrá a quien sí.

Imaginen —va para los ciegos y los kinestésicos— acariciar una piel rugosa, o llena de verrugas, o con cualquier cosa que haga de la experiencia táctil algo desagradable. ¿van a decir que no les generaría rechazo?

Pues lo mismo puede pasarle al que ve. ¿Por qué se le censura tanto entonces al que ve, pero al ciego no?

¿Será que los ciegos nos hemos ido acostumbrando a aplicar la ley del embudo? Lo ancho para mí, lo estrecho para los que ven.

Pasando del tema del aspecto físico, algo que genera mucho más rechazo, temor, pero sobre todo incertidumbre, no se refiere a la ceguera en sí misma, sino a la alta susceptibilidad que demuestran muchas personas ciegas —por suerte no son todas—. Hay muchas personas que permanecen a la defensiva, es verdad, pero en el colectivo de los ciegos esta conducta no es tan ajena.

¿Hasta qué punto es responsable o culpable el ciego de que quien ve le rechace?

Porque les voy a decir una cosita, criaturitas del señor. Es bien complicado intentar echarle los tejos a una persona a la defensiva, hostil, que abusa del humor negro cuando ni siquiera sabe hacer uso de él con buen gusto, susceptible ante cualquier pregunta o comentario —todas las preguntas le parecen estúpidas, todos los comentarios son de tarados o idiotas—; y así un largo etcétera, que pone al otro en 3 y 2, sin saber cómo hacer.

¿Algún ciego se ha puesto en el lado contrario?

¿Cómo se sentirían si ante sus preguntas, dudas o curiosidades el que ve les dijese que son preguntas estúpidas, que sus comentarios son de tarados o idiotas?

¿Insistirían fervientemente en entablar una relación con esa persona?

Lo que quiero decir es que, en sí misma, la vida está llena de acciones y reacciones. No preguntarse, aunque sea una vez qué estamos haciendo o qué estamos dejando de hacer para obtener determinadas respuestas, podría convertirse en el mayor obstáculo para las parejas mixtas.

Claro que hay quienes están como un cencerro y punto —y eso de ambos lados, ¿eh? —; quizá en esos casos no merezca la pena mucho análisis, pero de seguro son más bien pocos.

Hay algo que no puede negarse y es que la persona sana y sin discapacidad, no tiene por primera elección de pareja, al menos, a una persona con discapacidad; eso no quita que una persona con discapacidad pueda conquistarle y entablar una relación sana y duradera. También hay que decir, que muchas veces se nos rechaza más por nuestra personalidad y nuestros hábitos, que por nuestra discapacidad; y eso es algo que muchas personas ciegas tienden a soslayar.

Para ir cerrando la divagación, comentar algo que, tanto a M como a mí, nos llamó mucho la atención en ese foro: La idea recurrente de que somos iguales y por tanto es igual que tu pareja sea o no sea ciega.

Supongo que si el comentario iba fundamentado en que los ciudadanos tenemos derechos y deberes de igual forma, puede entenderse; pero desde luego los individuos no somos realmente iguales, por tanto, ni siquiera la relación entre individuos de un mismo grupo van a ser iguales; Mucho menos la relación entre parejas mixtas.

Aunque comparar es tantito feo, siendo bien honesta, no se parece mucho la convivencia en pareja con alguien que ve, a con alguien ciego; al menos desde el punto de vista operativo y práctico.

No considero —habiendo tenido ambos tipos de experiencia, que una sea mala y la otra buena. Diría en todo caso que una puede ser más cómoda que la otra, dependiendo de las preferencias y condiciones; de las intenciones y la disposición que se tenga a aprender y, por supuesto de la capacidad de adaptación y la tolerancia a los cambios.

No, como ha quedado claro, el asunto no depende de la ceguera o de su ausencia únicamente, pero ésta sí que marca una diferencia para algunas cosas.

Creo que, hay personas que pueden insistir en que es lo mismo, pero honestamente ni la forma de coqueteo, comunicación e intimidad se parecen entre ciegos y quienes ven perfectamente.

Finalizando la cháchara —que se me aburre el personal—, hay testimonios de parejas mixtas que llevan años juntas, también hay experiencias que demuestran que no todos los individuos pueden formar una pareja mixta; ahora bien, hay que recordar que, ¡muchas personas no son capaces de establecer vínculos afectivos de pareja!

En pocas palabras, que la cosa de las parejas mixtas no va de ser ciego o ser vidente, ¿se entiende?

Para mí, la cosa va de:

Ser honestos con nuestros deseos y expectativas sin ceder ante la presión social o familiar.
Estar dispuestos a aprender, a abrirse y a arriesgarse.
Ser más felices, en lugar de más buenos, e intentar lograr un equilibrio en ello.
Aceptar que habrá quien nos quiera y quien nos rechace.
A auto examinarnos, analizarnos y asumir lo que nos corresponde; es decir, hacernos responsables de vivir, de cómo vivir y, sobre todo de dejar vivir.
Y, por último, comprender y aceptar que no podemos controlar los actos y reacciones de los demás, que solo podemos hacernos cargo de lo que nos es propio y de lo que sentimos respecto de lo que los demás hacen; y que esto aplica también para el otro. Que en nosotros está dejar que las acciones de otros nos hagan trizas, o que nos hagan crecer. Que es necesario recordar que las experiencias de cada quien son particulares, pueden parecerse, pero no son iguales y, desde luego no definen a todos los seres humanos por igual.

Gracias a todos por estar allí, los abrazo fuerte.
Lehna Valduciel | 24/01/2017 en 00:33 | Etiquetas: Ceguera, Discapacidad, Parejas, Sociedad | Categorías: Bitácora de Anécdotas y Reflexiones | URL: http://wp.me/p4Osgg-9c