Texto publicado por Daniel Ayala, El testigo

Los jóvenes preguntan: ¿Qué le pasa a mi cuerpo?

Los jóvenes preguntan: ¿Qué le pasa a mi cuerpo?

“Crecí mucho en poco tiempo; eso sí que me gustó. Lo malo es que tenía calambres en las piernas y los pies. ¡Fue horrible!” (Paul)

“Tu cuerpo está cambiando, y esperas que nadie se dé cuenta. Por eso, cuando alguien te dice que tienes ‘curvas’..., ¡te gustaría desaparecer del mapa!” (Carla)

¿TE HAS mudado alguna vez a otro barrio? ¿Verdad que no resultó fácil? Atrás quedaba un mundo conocido —tu casa, la escuela y los amigos—, y ahora se abría otro completamente nuevo. Seguro que no te adaptaste de la noche a la mañana.

Algo parecido pasa durante la pubertad. En este período de la vida, tu cuerpo comienza a madurar físicamente y, por decirlo así, inicia una importante “mudanza”: tu paso de niño a adulto. Sin duda, esta es una etapa emocionante. Pero también puede provocarte algunos temores, y tal vez tardes un poco en adaptarte. Veamos qué cambios se producen en este fascinante, y a la vez desconcertante, período de la vida.

En el caso de ellas

Para las chicas, la adolescencia es un período de grandes cambios, y algunos son más evidentes que otros. Las hormonas, por ejemplo, harán que te crezca vello en el pubis. También notarás un aumento en el volumen de los pechos, caderas, muslos y nalgas. Poco a poco dejarás de tener la figura de una niña para adquirir la de una mujer. Pero no te asustes; todo esto es normal. En realidad, estas son las primeras señales de que tu cuerpo se está preparando para que puedas llegar a ser madre.

Poco después del comienzo de la pubertad, llegará un momento crucial en tu vida: el inicio del ciclo menstrual. Es importante que estés preparada para ese momento; de lo contrario, puede que te lleves un buen susto. Mira lo que le pasó a Samanta: “Mi primera menstruación me tomó por sorpresa. Me sentía tan sucia... Me pasaba el día entero en la ducha pensando en lo asqueroso que era aquello. Era agobiante saber que todos los meses iba a pasar por lo mismo”.

Recuerda, no obstante, que la menstruación indica que tu sistema reproductor se está desarrollando. Y aunque pasarán años antes de que estés preparada para ser madre, ahora empiezas tu viaje hacia la vida adulta. Claro, habrá momentos en que te sentirás desconcertada. “Lo peor de todo eran los cambios de humor —dice Katy—. Era frustrante no saber por qué después de estar contenta todo el día me pasaba la noche llorando sin parar.”

Si te sientes igual, no te desesperes; poco a poco te irás adaptando. Una joven de 20 años llamada Anita dice: “Un buen día comprendí que todo esto era parte del proceso de convertirme en mujer y que la posibilidad de ser madre era en realidad un regalo de Jehová. No es fácil asimilar lo que te ocurre, y a algunas chicas les cuesta más que a otras, pero terminas aceptándolo”.

¿Ya estás experimentando algunos de estos cambios? Escribe a continuación las dudas que tengas.

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En el caso de ellos

Al llegar a la pubertad, los chicos también experimentan grandes cambios en su aspecto físico. Es probable, por ejemplo, que tu piel se vuelva más grasa y que te salgan espinillas y puntos negros.* “Acabas harto de que siempre te estén saliendo granos —dice Matt, de 18 años—. Son tu eterno enemigo. No sabes si alguna vez desaparecerán ni si dejarán marcas. Tampoco sabes si influirán en la opinión que los demás tengan de ti.”

La pubertad también tiene sus cosas buenas. Verás que tu estatura y tus fuerzas aumentan y que tu espalda se ensancha. Te saldrá vello en áreas como la cara, las axilas, el pecho y las piernas. Por cierto: la cantidad de vello que tengas no determina si eres muy hombre o no; es tan solo una cuestión de herencia.

Como las diferentes partes del cuerpo no crecen al mismo ritmo, puede que te vuelvas un poco torpe durante la adolescencia. Eso fue lo que le pasó a Diego, que dice: “Era tan torpe como una jirafa con patines. Era como si mi cuerpo obedeciera las órdenes del cerebro con una semana de retraso”.

Hacia la mitad de la adolescencia, la voz cambia y se vuelve más grave y profunda. Es posible que tus cuerdas vocales te jueguen malas pasadas y que de vez en cuando la voz te salga aguda y chillona. Pero no te preocupes, ese período pasará. Mientras tanto, aprende a reírte de ti mismo y verás que no sientes tanta vergüenza.

Otro cambio: tus órganos sexuales aumentarán de tamaño y comenzará a crecerte vello en el pubis. También empezarás a producir semen, un líquido espeso que se expulsa durante las relaciones sexuales y que contiene millones de espermatozoides microscópicos. Para engendrar un hijo, solo se necesita que uno de esos espermatozoides fecunde un óvulo femenino.

El semen se almacena en tu interior. Parte de él se absorbe, pero, de vez en cuando, tu cuerpo lo expulsa mientras duermes. Esto último se conoce como sueño húmedo y es algo perfectamente normal. Hasta la Biblia lo menciona (Levítico 15:16, 17). En realidad, todos estos cambios indican que tu sistema reproductor funciona bien y que te estás convirtiendo en un hombre.

¿Estás experimentando tú estos cambios físicos? Escribe aquí las dudas que tengas.

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Nuevas sensaciones

A medida que el sistema reproductor madura, tanto chicos como chicas comienzan a interesarse como nunca antes por el sexo opuesto. “Cuando llegué a la pubertad, me di cuenta de la cantidad de muchachas guapas que había —dijo Matt—. Y fue muy frustrante, pues también me di cuenta de que no podría tener novia hasta que fuera mayor.” El capítulo 29 de este libro analizará más detenidamente este aspecto de tu desarrollo. Por ahora, lo importante es que aprendas a controlar tus deseos sexuales (Colosenses 3:5). Y eso es algo que, aunque parezca difícil, tú puedes lograr.

Pero estas no son las únicas sensaciones que experimentarás durante la pubertad. Quizá no te sientas a gusto contigo mismo. Muchos jóvenes sufren de soledad y de breves períodos de depresión. Si te sientes así, habla con tus padres o con un adulto de confianza. ¿Por qué no escribes a continuación el nombre de alguien con quien podrías desahogarte?

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El desarrollo más importante

Ten presente que lo más importante no es la altura ni la figura ni los rasgos faciales que tengas, sino tu desarrollo como persona, es decir, tu crecimiento intelectual, emocional y, sobre todo, espiritual. El apóstol Pablo lo expresó así: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo; pero ahora que he llegado a ser hombre, he eliminado las cosas características de pequeñuelo” (1 Corintios 13:11). Está suficientemente claro, ¿verdad? No basta con parecer un adulto; también debes actuar, hablar y pensar como tal. Así pues, no te obsesiones tanto con tu cuerpo que descuides tu personalidad.

Recuerda que Dios “ve lo que es el corazón” (1 Samuel 16:7). Por ejemplo, en la Biblia se dice que el rey Saúl era alto y apuesto; y sin embargo, fue un desastre como gobernante y como persona (1 Samuel 9:2). Zaqueo, por el contrario, era “pequeño de estatura”, pero tuvo la fuerza de voluntad necesaria para dar un giro radical a su vida y convertirse en discípulo de Jesús (Lucas 19:2-10). Como ves, lo que cuenta es lo que hay en el interior.

Una cosa está clara: no puedes ni acelerar ni retrasar tu desarrollo físico. Así que, en vez de rebelarte o asustarte ante los cambios, acéptalos con madurez... y con un toque de humor. La pubertad no es una enfermedad, ni tú eres el primero que la pasa. De modo que no te preocupes demasiado: sobrevivirás. Y cuando pase el temporal, verás que te has convertido en un adulto hecho y derecho.

EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO

¿Qué pasa si no te gusta lo que ves en el espejo? ¿Cómo puedes tener un punto de vista equilibrado de tu aspecto?

[Nota]

A las chicas también les pasa. Por lo general, este problema se puede controlar con un buen cuidado de la piel.

Texto bíblico clave

“Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho.” (Salmo 139:14)

Una sugerencia

Cuando tu cuerpo empiece a cambiar, no uses ropa provocativa. Vístete siempre “con modestia y buen juicio” (1 Timoteo 2:9).

¿Sabías esto?

La pubertad no llega a una edad determinada. Se puede alcanzar entre los 8 y los 14 años; a veces, incluso más tarde.

¡Manos a la obra!

A medida que voy creciendo, tengo que mejorar estos rasgos de mi personalidad: ·····

¿Qué voy a hacer para no descuidar mi progreso espiritual? ·····

¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre sobre este tema? ·····

Y tú, ¿qué piensas?

? ¿Por qué cuesta tanto adaptarse a los cambios físicos y emocionales de la pubertad?

? ¿Qué te parece más difícil de esta etapa de tantos cambios?

? ¿Por qué podría disminuir tu amor a Jehová durante la pubertad? ¿Qué puedes hacer para que eso no te ocurra?

[Comentario de la página 61]

“La adolescencia es una época de muchas inseguridades. Nunca sabes qué sorpresas te dará tu cuerpo. Con el tiempo aprendes a aceptar los cambios, y puede que algunos terminen gustándote.” (Anita)

[Recuadro de las páginas 63 y 64]

¿cómo puedo hablar de sexo con mis padres?

“Si tuviera alguna duda sobre sexo, jamás les preguntaría a mis padres.” (Beth)

“Nunca me atrevería a hablar de ese tema con ellos.” (Dennis)

Puede que tú también te encuentres en la misma situación que Beth y Dennis. Tienes muchas dudas, pero quienes mejor te pueden ayudar son los últimos a los que acudirías: tus padres. Tal vez te preocupen cosas como estas:

¿Qué van a pensar de mí?

“Prefiero no preguntarles nada para que no empiecen a desconfiar de mí.” (Jessica.)

“Les gustaría que siempre fueras una niñita inocente. Pero el día que comienzas a hablarles de sexo es como si los despertaras de un bonito sueño.” (Beth.)

¿Cómo reaccionarán?

“Antes de que termine de hablar, sacarán sus conclusiones y me darán un sermón.” (Gloria.)

“Mis padres no saben disimular, y no quisiera ver sus caras de decepción. Estoy segura de que, mientras todavía estoy hablando, ya están pensando en cómo regañarme.” (Pamela.)

¿Me van a malinterpretar?

“Me da la impresión de que van a hacer una montaña de un grano de arena. Pensarán que quiero acostarme con algún muchacho o que mis compañeros me presionan para que lo haga. Y en realidad, solo tengo curiosidad.” (Lisa.)

“Cada vez que menciono a un chico, mi padre pone cara de susto y me da una charla sobre sexo. Y pienso: ‘Pero papá, si solo dije que era guapo. ¡No estoy pensando en casarme ni en acostarme con él!’.” (Ester.)

Por si te sirve de consuelo, es probable que a tus padres también les cueste hablar de sexo contigo. Quizá eso explique por qué, según cierto estudio, el 65% de los padres decían haber hablado de sexo con sus hijos, mientras que solo el 41% de los hijos recordaban que sus padres lo hubieran hecho.

Tal vez sea cierto que tus padres estén esquivando el tema del sexo. En muchos casos, puede que sus propios padres tampoco hablaran con ellos. Pero más allá de las razones que tengan para evitar el tema, no te molestes con ellos. ¿Por qué no inicias tú mismo la conversación? Atrévete, y verás que todos salen ganando. ¿Quieres saber cómo empezar?

Cómo sacar el tema

Tus padres pueden aclararte muchas dudas y aconsejarte bien. Tan solo necesitas saber por dónde empezar. Aquí te damos algunas ideas:

1 Expresa abiertamente tu preocupación. “No sé exactamente cómo decírtelo..., pero me preocupa que puedas pensar que yo...”

2 Luego dile por qué has acudido a él o a ella. “Tengo una pregunta y prefiero que seas tú quien me la conteste.”

3 Entonces plantea tu duda. “Lo que quiero saber es...”

4 Antes de terminar la conversación, asegúrate de que la puerta quede abierta para otras ocasiones. “Si me surge otra duda, ¿puedo volver a hablar contigo?”

Aunque estés seguro de la respuesta que te darán, escucharla de su propia boca hará que te sientas más cómodo la próxima vez que quieras hablar del asunto. ¡Inténtalo! Puede que acabes pensando igual que Teresa, una joven de 24 años. “Cuando mi madre y yo hablamos del tema —cuenta—, recuerdo haberme sentido incómoda, pero ahora agradezco que ella fuera tan franca y clara. Reconozco que aquella charla fue una protección para mí.”

[Ilustración de la página 59]

Abandonar la niñez es como mudarse de casa: adaptarse no resulta fácil, pero tampoco es imposible

Fuente de consulta:
BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower