Texto publicado por Daniel Ayala, El testigo

Los jóvenes preguntan: ¿Por qué tuvo que volver a casarse?

Los jóvenes preguntan: ¿Por qué tuvo que volver a casarse?

SI TU madre se volvió a casar, es posible que el día de su boda tú sintieras de todo menos alegría. ¿Por qué? Puede que esa boda acabara con la esperanza de que tus padres volvieran a estar juntos algún día. O puede que fuera especialmente doloroso para ti ver a tu madre casándose de nuevo poco después de la muerte de tu padre. Claro, lo mismo podría decirse si el que se volvió a casar fue tu padre.

Pero ¿cómo te sentiste tú exactamente?

Marca (?) tu respuesta:

? Feliz

? Inseguro

? Traicionado

? Celoso de mi padrastro (o madrastra)

? Culpable por haber empezado a encariñarme con él (o ella)

Estos sentimientos pueden tener diversas causas. Tal vez no quieras encariñarte con el nuevo cónyuge de tu madre por lealtad a tu padre. Pero ten cuidado con algunas de estas emociones, pues la forma de expresarlas puede hacerte daño a ti y a quienes te rodean.

Por ejemplo, quizás empieces a hacerle la vida imposible a tu padrastro. O hasta llegues al punto de causar problemas en el matrimonio para que se separen. Sin embargo, recuerda estas sabias palabras: “Los que traen problemas a su familia heredan el viento”, es decir, se quedan con las manos vacías (Proverbios 11:29, Nueva Traducción Viviente). Así que no permitas que esas emociones te controlen. Es verdad que la situación presenta algunas dificultades, pero tú puedes superarlas.

Primera dificultad: Reconocer una nueva autoridad

Someterse a la autoridad de un padrastro (o una madrastra) no es fácil. Puede que cada vez que te mande hacer algo, te den ganas de gritarle: “¡Tú no eres nada mío!”. Quizás ese tipo de respuestas te hagan sentir bien en el momento, pero en realidad quedas como un inmaduro.

Por el contrario, si le obedeces, demuestras que estás siguiendo este consejo bíblico: “Actúen como gente madura” (1 Corintios 14:20, Reina-Valera Contemporánea). Al fin y al cabo, lo que hace es cumplir con las funciones de un padre biológico, y por eso merece tu respeto (Proverbios 1:8; Efesios 6:1-4).

Así pues, trata de ver su disciplina como una señal de que te quiere y se preocupa por ti (Proverbios 13:24). “Es cierto que a veces mi padrastro nos regaña —cuenta Eva, de 18 años—, pero eso es lo que hacen los padres. Me parece que si me molestara cuando me aconseja, le daría a entender que no agradezco ni me importa que nos haya cuidado todos estos años en sentido espiritual y económico.”

De todos modos, es posible que en algún momento tengas razones válidas para quejarte. ¿Cómo puedes demostrar, entonces, que eres una persona madura? Aplicando el consejo de Colosenses 3:13: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja”.

Piensa en dos o más virtudes de tu padrastro (o madrastra) y anótalas.

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¿Cómo te ayudará a mostrarle más respeto tener presentes estas cosas buenas?

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Segunda dificultad: Aprender a ceder y compartir

Aarón, de 24 años, vivió una situación muy particular. Él cuenta: “Mi padre se casó dos veces más. En cada caso me costó querer a los nuevos miembros de la familia. Para mí eran unos completos desconocidos a los que, de repente, tenía la obligación de amar. Me sentía totalmente confundido”.

En tu caso, es posible que tengas otros retos. Tal vez ya no seas el hermano mayor o el único hijo. Puede que durante mucho tiempo hayas sido el hombre de la casa y que ahora ese lugar lo ocupe tu padrastro. Eva menciona algo más: “Mi padre nunca le prestó atención a mi madre, así que siempre la tuve para mí sola. Pero después que se casó, mi padrastro le dedicaba mucho tiempo. Pasaban horas conversando y haciendo cosas juntos, y yo sentía que él me la estaba robando. Al final aprendí a adaptarme”.

¿Qué puedes hacer tú para adaptarte, igual que hizo Eva? La Biblia aconseja: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:5). La palabra griega original que aquí se traduce “razonables” transmite la idea de estar dispuestos a ceder y a no insistir en nuestros derechos. Pero ¿cómo se hace esto? Primero, no idealices el pasado (Eclesiastés 7:10). Segundo, esfuérzate por pasar tiempo con todos los nuevos miembros de la familia (1 Timoteo 6:18). Y tercero, algo que es muy importante: no los trates como intrusos.

¿En cuál de estos tres aspectos te parece que debes mejorar? ·····

Tercera dificultad: Aceptar un trato diferente

Una joven llamada Laura comenta: “Era obvio que mi padrastro quería más a sus hijos que a mi hermana y a mí. Las comidas que compraba, las películas que alquilaba... siempre eran las que ellos querían. Hacía lo que fuera por tenerlos contentos”. Es cierto: cuesta aceptar que traten a otros con favoritismo. ¿Hay algo que puedas hacer? En primer lugar, intenta entender por qué un padre puede querer más a sus hijos que a sus hijastros. Más allá de los lazos de sangre, lo que une a padres e hijos son las experiencias compartidas. De hecho, ¿no te pasa a ti lo mismo? ¿A quién quieres más?

Ahora bien, puede ser que no estés recibiendo el mismo trato, pero eso no significa que estés recibiendo un trato injusto. Dado que todos tenemos distintas personalidades y necesidades, se entiende que el trato varíe. Así que, en lugar de concentrarte en si te atiende como a sus hijos, ¿por qué no te fijas en si se esfuerza por darte lo que necesitas?

¿Qué necesidades tuyas satisface tu padrastro (o tu madrastra)?

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¿Sientes que te falta algo? ¿Qué es?

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En caso de que notes alguna carencia, menciónaselo con respeto.

Ser paciente funciona

Por lo general, en familias como la tuya, pasan varios años hasta que todos se sienten cómodos y en confianza. El paso del tiempo también permite establecer una rutina que les convenga a todos. Sería poco realista esperar que se quieran y se comporten como una sola familia de la noche a la mañana. Por eso, es muy importante ser paciente.

Luego de que la madre de Thomas volviera a casarse, a él se le hizo difícil acostumbrarse a la nueva situación. Ella tenía cuatro hijos, y su esposo, tres, y al principio no se llevaban nada bien. “Peleábamos y discutíamos todo el tiempo; la tensión era insoportable”, dice Thomas. ¿Cómo lograron resolver sus diferencias y salir adelante? “Gracias a que pusimos en práctica los principios bíblicos.”

EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO

¿Cómo te llevas con tus hermanos? ¿Sientes que te están volviendo loco?

Texto bíblico clave

“Más vale el final que el comienzo, más vale paciencia que arrogancia.” (Eclesiastés 7:8, La Palabra)

Una sugerencia

Cuando hay hermanastros del otro sexo, pueden surgir conflictos de tipo moral. Resuélvete desde ya a no tener fantasías románticas con ellos y asegúrate de que ni tu conducta ni tu ropa sean provocativas.

¿Sabías esto?

Es probable que a tus hermanastros también les esté resultando difícil acostumbrarse a las nuevas circunstancias.

¡Manos a la obra!

Respetaré más a mi padrastro (o a mi madrastra) si tengo presente estas cosas buenas que ha hecho por nuestra familia (escribe dos): ·····

Si mis hermanastros se portan como si yo no existiera, seguiré el consejo de Romanos 12:21 y haré esto: ·····

¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre (o a su cónyuge) sobre este tema? ·····

Y tú, ¿qué piensas?

? ¿Qué temores tendrán tu padrastro (o madrastra) y sus hijos ahora que pasan a formar parte de tu familia?

? ¿Por qué es importante pensar a largo plazo en lo relativo a tu nueva familia?

[Comentario de la página 38]

“Mamá se divorció de su segundo esposo. Pero hasta el día de hoy me llevo muy bien con los hijos de él. Una de las mejores cosas que me han pasado es que ellos hayan sido parte de mi vida.” (Laura)

[Ilustración de la página 39]

Unir a dos familias es como mezclar agua y cemento: requiere tiempo y esfuerzo para que el resultado final sea firme y duradero

Fuente de consulta:
BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower