Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Saber vivir es no estar solo.

Hace muchos años, un joven recién casado estaba sentado en un sofá en
un día caluroso y húmedo, bebiendo jugo helado durante una visita a su
padre.
Mientras conversaba sobre la vida, el matrimonio, las
responsabilidades y las obligaciones de las personas adultas, el padre
revolvía pensativamente los cubos de hielo de su vaso y lanzó una
mirada clara y sobria hacia su hijo.

"Nunca olvides a tus amigos", dijo "Serán más importantes en la medida
en que envejezcas".

"Independientemente de cuanto ames a tu familia y los hijos que por
ventura vayas a tener, tú siempre necesitarás de amigos.
Recuerda salir ocasionalmente con ellos, realiza actividades con
ellos, llámalos por teléfono"

"¡Qué extraño consejo!" pensó el joven. "Acabo de ingresar al mundo de
los casados, soy adulto y con seguridad mi esposa y la familia que
formaremos serán todo lo que necesito para dar sentido a mi vida"

Con todo, él obedeció a su papá; mantuvo contacto con sus amigos y
anualmente aumentaba el número de ellos. Con el pasar de los años,
fue comprendiendo que su padre sabía de lo que hablaba.

En la medida en que el tiempo y la naturaleza realizan sus designios y
misterios en un hombre, los amigos resultan baluartes de su vida.

Pasados los 50 años de vida, he aquí lo que aprendió:

El tiempo pasa.
La vida continúa.
La distancia separa.
Los niños crecen.
Los hijos se independizan.
Los empleos van y vienen.
El amor se debilita.
Las personas no hacen lo que deberían hacer.
El corazón se rompe.
Los padres mueren.
Los colegas olvidan los favores.
Las carreras terminan.
Mas los verdaderos amigos siempre están ahí, no importa a cuánto
tiempo o a cuantos kilómetros se encuentren.

Un amigo nunca está más distante que el alcance de una necesidad,
haciendo barra por ti, interviniendo a tu favor, esperándote de brazos
abiertos o bendiciendo tu vida.

Cuando iniciamos esta aventura llamada VIDA, no sabíamos de las
increíbles alegrías o tristezas que estaban delante. No sabíamos
cuánto necesitaríamos unos de otros.