Texto publicado por Daniel Ayala, El testigo

La dislexia no me ha detenido. Relatado por Michael Hemborg.

Sufro de dislexia, un problema de aprendizaje que también tienen mi padre, mi madre y mis tres hermanos menores. Por ello, leer danés, que es mi idioma natal, me ha resultado muy difícil, y más aún tener que ir a la escuela. Sin embargo, siempre he recibido mucho ánimo y apoyo, sobre todo de mi familia.
PERTENEZCO a la cuarta generación de testigos de Jehová de mi familia, y la lectura, especialmente de la Biblia y de las publicaciones bíblicas, ha tenido siempre un lugar primordial en nuestra vida. Aparte de eso, Flemming, mi hermano pequeño, y yo solíamos acompañar a nuestro padre en el ministerio cristiano, lo cual grabó en nosotros la importancia de leer y escribir bien.
De niño adquirí la costumbre de leer todos los números de La Atalaya y ¡Despertad!, algo que me tomaba hasta quince horas por revista. Además, me propuse leer la Biblia entera y me matriculé en la Escuela del Ministerio Teocrático, un curso que se imparte en las congregaciones de los testigos de Jehová para aprender a leer y hablar bien, así como a dirigirse a un público. Toda esta preparación me ayudó muchísimo a luchar contra la dislexia. Pero ni me imaginaba que aún tendría que luchar más. Le voy a contar.
Aprendo inglés
En 1988, con 24 años, me hice precursor (evangelizador de tiempo completo de las buenas nuevas del Reino). Quería hablar de la Biblia a los muchos inmigrantes que hay en Dinamarca, pero para hacerlo bien tenía que aprender inglés, una tarea sumamente difícil para mí. Así que asistí a clases particulares, y con mucha perseverancia fui mejorando poco a poco hasta que logré predicar a los anglohablantes de mi ciudad, Copenhague. Aunque es verdad que cometía muchos errores, no dejé que eso me detuviera.
Mis conocimientos de inglés me permitieron servir como voluntario internacional en construcciones de los testigos de Jehová. Primero fui a Grecia, y luego colaboré en las obras de la sucursal de Madrid (España).
Como mi meta era ampliar aún más mi servicio a Dios, solicité entrar en la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Este curso, impartido por los testigos de Jehová, prepara durante ocho semanas a cristianos solteros que están dispuestos a que se les envíe a lugares donde se necesitan predicadores de las buenas nuevas (Marcos 13:10). A mí me invitaron a un curso en inglés que tendría lugar en Suecia.
Las clases comenzarían el 1 de septiembre de 1994. Así que me puse a estudiar inglés cuatro horas al día durante ocho meses y me uní a una congregación en ese idioma para estar bien preparado. Durante el curso no dejé que mi dificultad de aprendizaje frenara mi progreso. Por ejemplo, cuando se planteaban preguntas al grupo, yo levantaba la mano aunque no siempre supiera expresar correctamente la respuesta. Tras la graduación, se me envió de precursor a Copenhague. Ahora bien, si aprender inglés fue todo un reto, otro aún mayor me esperaba.
Estudio tamil
En diciembre de 1995 fui asignado a una congregación tamil en la ciudad danesa de Herning. El tamil, pensaba yo, debía de ser uno de los idiomas más difíciles del mundo. Tiene treinta y una letras sencillas, así como una combinación de consonantes y vocales que forman letras compuestas, lo que hace un increíble total de casi doscientos cincuenta caracteres.
Al principio pronunciaba mis discursos en danés y se interpretaban al tamil. Por fin me atreví a darlos en tamil, pero dudo de que alguien me entendiera. Con todo, el auditorio escuchaba respetuoso, aunque creo que a muchos les hacía gracia. Para aprender más rápido, decidí ir a un lugar donde millones hablan este idioma: Sri Lanka.
Al llegar en octubre de 1996, el país estaba sumido en una guerra civil. Viví una temporada en la ciudad de Vavuniyāwa, en medio de los territorios de las dos facciones. Los Testigos tenían poco económicamente, pero su amor y hospitalidad eran más que abundantes, y se esforzaron mucho por enseñarme tamil. A los no Testigos les impresionaba que yo, el único occidental de la zona, tratara de conversar con ellos en su idioma. Su actitud humilde y amable hacía más fácil hablarles de la Biblia.
En enero de 1997 tuve que regresar a Dinamarca. Al año siguiente me casé con Camilla, también precursora. Me atraía muchísimo volver a Sri Lanka, de modo que en diciembre de 1999 regresé, claro, esta vez con mi esposa. Al poco tiempo ya dirigíamos cursos bíblicos con varios estudiantes y varias familias, y acompañábamos a los Testigos de la localidad en sus visitas. Estábamos totalmente inmersos en el ministerio y en el idioma.
En marzo de 2000 tuvimos que volver a Dinamarca. Dejar a nuestros hermanos y a los estudiantes de la Biblia se nos hizo muy difícil, pues nos habíamos encariñado con ellos. Pero nos esperaba más trabajo, incluida la enorme tarea de aprender otro idioma.
Del tamil al letón
Apenas llevábamos cuatro años casados, cuando en mayo de 2002 recibimos una invitación para ser misioneros en Letonia, país europeo situado al este de Dinamarca. Camilla aprendió letón enseguida y, a las seis semanas, ya era capaz de comunicarse; pero a mí no me fue tan bien. De hecho, hasta el día de hoy siento que he progresado poco, pese a toda la ayuda que me han dado. No obstante, estoy resuelto a no dejarme vencer.
Camilla sigue siendo un gran apoyo. Ambos disfrutamos del servicio misional y hemos dirigido cursos bíblicos con mucha gente agradable. Cuando se me olvidan palabras o no construyo bien las frases, los Testigos o los estudiantes me ayudan con paciencia y tratan de entenderme, lo cual me da mayor seguridad al predicar o dar discursos en las reuniones de la congregación.
¿Por qué he aceptado el reto de aprender otros idiomas si me resulta tan difícil? Por amor; pero no tanto por la lengua, sino por las personas. Es magnífico contribuir a que alguien llegue a conocer al Dios verdadero, Jehová, y que se acerque a él. Y como han comprobado infinidad de misioneros, uno tiene más éxito si le habla a la gente en su lengua materna, el idioma de su corazón.
A lo largo de los años, mi esposa y yo hemos ayudado a bastantes personas a adquirir conocimiento exacto de la verdad bíblica. Sin embargo, el mérito no es nuestro, sino de Jehová. Después de todo, nosotros solo plantamos y regamos las semillas de la verdad, pero Dios las hace crecer (1 Corintios 3:6).
Un impedimento puede ser una ventaja
Aunque la dislexia ha sido un obstáculo, también me ha supuesto una ventaja. ¿De qué manera? Cuando pronuncio discursos en la congregación, suelo confiar menos en mis notas, lo que me proporciona mayor contacto visual con el público. Además, empleo muchas ilustraciones, que son más fáciles de recordar. Así que, en cierto modo, mi impedimento ha contribuido a que mejore mis técnicas docentes.
El apóstol Pablo escribió: “Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes” (1 Corintios 1:27). Mi problema de aprendizaje me ha hecho ‘débil’ en varios aspectos, pero, como otros y yo hemos aprendido, Jehová compensa con creces nuestras carencias. Solo tenemos que trazarnos metas alcanzables, ser modestos, pedirle a Dios su espíritu santo y poner manos a la obra.
[Nota]
Tras seis años en Letonia, los Henborg fueron enviados a Ghana.
[Recuadro de la página 22]
LA DISLEXIA
¿Qué es la dislexia? El término dislexia se deriva del griego y significa “dificultad de palabra”. Se trata de un trastorno de por vida asociado con problemas del lenguaje, en especial la lectura. Los disléxicos presentan dificultades a la hora de relacionar ciertas letras con sus sonidos. Sin embargo, los síntomas pueden variar según la persona.
Causas. No se conocen las causas, pero se sabe que es hereditaria. Aunque los estudios clínicos indican que el desarrollo y funcionamiento cerebral de los disléxicos es anormal, no quiere decir que les falte inteligencia o deseos de aprender. De hecho, suelen destacar en ámbitos que no requieren de grandes destrezas lingüísticas.
Tratamiento. Es importante la detección precoz del trastorno, ya que es posible aprender a leer y escribir empleando sentidos como la vista, el oído y el tacto. Para que puedan progresar a su ritmo, muchos estudiantes disléxicos necesitan asistencia personalizada. Quizás también necesiten apoyo emocional para superar las frustraciones que genera el ambiente escolar. Dichos estudiantes pueden vencer sus dificultades de aprendizaje con esfuerzo y buena supervisión.
[Nota]
Recuadro basado en información suministrada por la Asociación Internacional de Dislexia. Véase también el artículo “Niños con problemas de aprendizaje”, de ¡Despertad! de enero de 2009.
[Ilustración de la página 23]
Con un Testigo joven en Sri Lanka
[Ilustración de la página 23]
Camilla y yo en Letonia

Fuente de consulta:
jw.org