Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

El oso con ojos de botón.

Enid Blyton.
El oso con ojos de botón.
Érase una vez un pequeño oso de felpa que tenía ojos de botón. Podía ver muy bien con ellos, pero no podía cerrarlos para dormir. Esto no le importaba
lo más mínimo, porque siempre estaba completamente despierto.
  Ahora bien, un día, Mollie, su pequeña ama, lo sacó al jardín para jugar, y de pronto le sucedió algo espantoso. ¡Se le soltó uno de sus ojos de botón,
y cayó en la hierba! ¡Qué agitado estaba el pequeño osito! Mollie no se dio cuenta de nada.
Estaba poniendo sobre la mesa su juego de té, y no vio que el oso tenía un ojo solo. Él hizo todo lo posible para mostrárselo, pero ella continuaba jugando
a tomar el té, y no lo miraba.
  “¡Ay de mí, ay de mí! -pensó el osito de felpa-. ¿Qué voy a hacer? ¡Esta noche voy a ir a un baile con  todos los otros juguetes, y no puedo ir con un
solo ojo!".
  Entonces, Mollie oyó que la llamaba su madre para que entrara en casa, así que guardó rápidamente los juguetes y se marchó corriendo con el osito de
felpa en brazos. ¡El oso no sabía qué iba a hacer! ¡Realmente tenía que recuperar su ojo antes del baile de esa noche! Se sentó en el armario de los juguetes,
muy triste y callado. Su amigo, el conejito de felpa, quiso saber qué sucedía.
  -¿Qué te pone tan triste? -preguntó, posando una de sus suaves patitas delanteras en la mano de color marrón del osito.
  --Uno de mis ojos de botón se ha caído entre la hierba -respondió el oso, entristecido-. Mollie no se ha dado cuenta, y te aseguro que no sé cómo puedo
ir a un baile con un solo ojo. ¿Qué voy a hacer? El conejito pensó mucho. Luego le dio un apretón en la mano al osito.
  --En cuanto se haga de noche y salga la luna, llevaré a todos los soldados de juguete al jardín, y ellos bus78     55 carán tu ojo de botón -le dijo.
  -¡Ay, gracias! -respondió el oso de felpa, muy agradecido.
  En cuanto Mollie se metió en la cama y salió la luna, el conejito hizo marchar a todos los soldados de juguete fuera de su fortaleza, y ellos lo siguieron
al jardín. Allí se pusieron a buscar y buscar el ojo de botón.
  ¡Pero no pudieron encontrarlo! Era de lo más sorprendente. No estaba por ninguna parte.
  Un pequeño duende moreno pasó corriendo por allí, y se detuvo con gran sorpresa al ver tantos soldados de juguete dando vueltas entre la hierba.
  -¿Qué estáis haciendo aquí? -les preguntó.
  --Buscamos el ojo de botón del oso de felpa -respondió el conejo-. Se le cayó por aquí por la tarde, y dice que no puede ir a nuestro baile de esta noche
si no lo tiene.
  -¡Oh, cielos! -dijo el duendecillo moreno-. ¡Yo sé lo que ha sucedido con ese ojo! -¿Qué? -preguntaron todos los sol dados y el conejito, al mismo tiempo.
  --Pues, veréis, el hada Piespequeños pasó por aquí cuando anochecía -explicó el duendecillo-, y dijo que había perdido un botón negro de su zapato derecho.
De pronto vio uno en la hierba, lo recogió y se lo cosió al zapato. Yo mismo le presté una aguja con hilo.
  -¡Oh, no! -dijo el conejito, desanimado-. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Sabes dónde vive Piespequeños? --No -respondió el duendecillo-.
No lo sé. Me temo que ahora el oso de felpa no podrá recuperar su ojo de botón negro.
  Todos guardaron un gran silencio, mientras pensaban qué hacer. Al fin, el duendecillo habló.
  --Si vosotros pudierais conseguir otro botón negro en alguna parte, tal vez yo mismo podría cosérselo -dijo.
  El conejito le dio las gracias.
  --Puede que haya uno en la cesta de labores de Mollie -dijo-. Iré a mirar.
  Así que él y todos los soldados regresaron a la habitación de la niña, y rebuscaron en el cesto de labores de 80     57 Mollie. Pero allí solo había
botones de perla, y esos no servían como ojos.
El conejito estaba desesperado. ¿Qué podía hacer para ayudar al oso de felpa? Se acercaba ya la hora de comenzar el baile, y él quería de verdad que su
amigo también asistiera.
  Entonces se le ocurrió una idea espléndida. Sabía que Mollie llevaba zapatos con botones. Si pudiera encontrarlos, tal vez podría quitarles un botón,
y eso sería fantástico para el oso.
  Así que corrió al armario de los zapatos. Pero habían llevado los zapatos negros de Mollie al zapatero para que los arreglara, y dentro del armario solo
había un par blanco, con botones blancos.
  "Tal vez un botón blanco le sirva -pensó el conejo-. Espero que pueda ver bien con él".
  Así pues, cogió unas tijeras y cortó el hilo con que estaba cosido uno de los botones. Luego corrió a ver al oso.
  --Ven aquí -le dijo-. Tengo un bo tón que te servirá. Es blanco, pero estoy seguro de que no importa.
  Lo llevó a ver al duendecillo, y el pequeño hombre trajo un carrete de hilo de araña y una aguja de pino. ¡En un tris le cosió el botón blanco, y el
oso de felpa tuvo dos ojos! -¡Puedo ver maravillosamente! -exclamó el osito de felpa, mirando alrededor-. ¡Es espléndido! ¿Estoy muy raro? La verdad era
que estaba un poco extraño con un ojo blanco y el otro negro, pero el conejito le respondió que estaba muy guapo. Así pues, se fue al baile muy contento.
  Y sucedió que, a la mañana siguiente, Mollie fue a ponerse los zapatos blancos... ¡Y cuánto se sorprendió al descubrir que les faltaba un botón! --Vaya,
tenían los dos botones cuando los guardé ayer -dijo-. ¿Dónde puede estar el que falta? Entonces, de pronto, se fijó en el oso de felpa, que la miraba con
su ojo de botón negro y el otro blanco. Corrió hasta él y lo cogió.
  -¡Ay, pobre querido osito! -gritó-. ¿Cómo ha aparecido ese botón 82     59 blanco en lugar de tu ojo? ¡Ayer tenías dos negros! ¡Las hadas debieron de
venir por la noche y cosértelo! Mollie lo miró con atención y vio que estaba muy primorosamente cosido, con hilo de araña en lugar de hilo de algodón.
Entonces supo con seguridad que era el trabajo de un hada, y se sintió muy contenta.
  -¡Ahora sé que las hadas existen! -exclamó-. Querido osito, conservarás tu ojo blanco para recordármelo.
!Ojalá pudieras decirme lo que ha sucedido! Pero él nunca se lo contó. Todavía tiene un ojo de botón negro y otro de botón blanco, así que si alguna vez
te encuentras con él, ¡seguro que lo reconoces!
 
 
El oso con ojos de botón.
Enid Blyton.