Texto publicado por Daniel Ayala, El testigo

La ciencia y la Biblia me ayudaron a descubrir el propósito de la vida. Relatado por Bernd Oelschlagel.

Mi búsqueda del sentido de la vida se prolongó veinte años. Hubo dos cosas que me ayudaron a encontrarlo: la ciencia y la Biblia. Mis estudios científicos me confirmaron que la vida debía tener un propósito, pero las Escrituras me revelaron cuál era, y me ayudaron a comprenderlo.
ES POSIBLE que usted haya oído decir que la ciencia y la Biblia se contradicen. Yo he estudiado ambas, y no puedo estar de acuerdo con semejante afirmación. Quizás le interese saber por qué.
Nací en 1962 en Stuttgart, una ciudad situada en el sur de Alemania. Mi padre se dedicaba al diseño de máquinas, y tanto él como mi madre participaban activamente en las actividades de la iglesia. Mi hermana, Karin, nació cuatro años antes que yo. Uno de los momentos de mi infancia que recuerdo con más emoción fue cuando mi padre me regaló un equipo de juguete para hacer experimentos de ciencia. Lo pasaba muy bien haciendo ensayos básicos de física y química; aprender era una auténtica diversión para mí.
Andando el tiempo cambié los juegos de experimentos por la computadora. Aunque solo era un adolescente, podía darme cuenta de que la mejor computadora es el cerebro. Pero me preguntaba de dónde venía este órgano, quién nos lo había dado, y cuál era el sentido de la vida.
En pos de una educación superior
Dejé la escuela a los 16 años y comencé como aprendiz en un laboratorio fotográfico. Mi vocación era aprender, y por ello tenía la meta de estudiar Física en alguna universidad. Pero mi deseo no se cumplió de inmediato, necesité cinco años tan solo para satisfacer los requisitos de admisión. Comencé mis estudios universitarios en la ciudad de Stuttgart en 1983, y los continué en Munich. Por fin, obtuve el título de doctor en Física por la Universidad de Augsburgo en 1993.
Mis primeros días en la universidad no fueron fáciles. Hasta 250 alumnos abarrotaban el auditorio donde se impartían las clases, pero muchos dejaban de asistir en pocos meses. Sin embargo, yo me había propuesto no abandonar, sino acabar, lo que había empezado. Como vivía en una residencia de estudiantes, me relacionaba con jóvenes cuyo principal interés parecía ser la diversión. Esas amistades no siempre me beneficiaron y, como resultado, comencé a ir de juerga y usar drogas.
Mi búsqueda me lleva a la India
El estudio de la Física me dio una comprensión más profunda de las leyes naturales del universo. Había esperado que la ciencia me revelara a la larga cuál era el propósito de la vida. Sin embargo, mi búsqueda fue más allá de la Física. En 1991 viajé con un grupo a la India para instruirme en la meditación oriental. Conocer de primera mano el país y su gente fue una experiencia maravillosa, pero quedé horrorizado al observar el contraste que existía entre ricos y pobres.
Por ejemplo, un gurú que conocimos cerca de la ciudad de Pune aseguraba que uno podía hacerse rico si cultivaba las técnicas de meditación adecuadas, y todas las mañanas nos reuníamos con él para meditar en grupo. Aquel hombre vendía además medicamentos a precios elevados, y por su estilo de vida era obvio que ganaba mucho dinero. En contraste, vimos monjes que parecían vivir en la pobreza. Yo me preguntaba por qué la meditación no los había hecho ricos a ellos también. Sentí que el viaje a la India me hacía surgir tantas preguntas como las que respondía.
Uno de los recuerdos que me traje de la India fue una campanilla de meditación. Me dijeron que si se tocaba de la forma adecuada, emitía un tono musical que me ayudaría a meditar correctamente. De vuelta en Alemania, compré un horóscopo trazado por alguien que aseguraba poder predecirme el futuro. Pero la práctica de la meditación no me reveló nada sobre la vida, y descubrí decepcionado que un horóscopo es tan solo un trozo inútil de papel. Así que seguía teniendo las mismas preguntas respecto al sentido de la vida.
Hallo respuestas en la Biblia
Mi vida dio un giro imprevisto en 1993. Ya había completado mis estudios e investigaciones y estaba redactando mi tesis doctoral sobre Física cuántica. Para entregarla a tiempo, trabajaba prácticamente día y noche, y descuidé todo lo demás. Una tarde llamaron inesperadamente a la puerta. Cuando abrí, había dos mujeres.
Ellas me preguntaron: “¿Sabía usted que según la Biblia el año 1914 fue muy especial?”. Aquello me dejó perplejo, pues nunca había escuchado algo así. Tampoco tenía tiempo de investigar. No obstante, sentía mucha curiosidad por saber la respuesta. ¿Cómo podían asegurar que la Biblia apuntaba desde hacía tiempo a 1914 como un año señalado?
Las mujeres prosiguieron: “¿Le gustaría saber más?”. Pensé que si escuchaba lo que tuvieran que decir sin duda encontraría alguna contradicción en sus argumentos. Pero en vez de contradicciones, hallé pruebas convincentes de la veracidad de la Biblia. Aprendí que las profecías bíblicas indican claramente que el Reino Mesiánico de Dios —un gobierno celestial que con el tiempo regirá sobre toda la Tierra— fue instaurado en 1914.
Las mujeres eran testigos de Jehová, y me dieron un ejemplar del libro Usted puede vivir para siempre en el Paraíso en la Tierra. Lo leí en apenas días y todo me pareció lógico y razonable. Los Testigos me mostraron con las Escrituras que la voluntad de Jehová es que la humanidad viva para siempre en un paraíso en la Tierra. Según la profecía bíblica, esta promesa pronto se cumplirá. ¡Qué maravillosa esperanza para el futuro! Aquella esperanza me llegó al corazón e hizo que se me saltaran las lágrimas. ¿Había encontrado lo que llevaba veinte años buscando?
Enseguida comprendí cuál era el propósito de mi vida: llegar a conocer a Jehová Dios y servirle sin reservas. Seguí estudiando la Biblia con los Testigos, pues me daba cuenta de que estaba aprendiendo la verdad. Apenas podía saciar mi sed de conocimiento espiritual. Mientras completaba mi tesis doctoral, leí la mitad de las Escrituras en tres meses.
Algo más que respuestas
En mayo de 1993 asistí a mi primera reunión de congregación en un Salón del Reino de los testigos de Jehová de la ciudad de Augsburgo. Lo que se enseñaba sonaba verosímil. Además, me sentí a gusto entre los Testigos. A pesar de que era un extraño, me saludaron amablemente y me hicieron sentir bienvenido. Una ancianita se sentó cerca de mí y se tomó la molestia de conseguirme un cancionero. En las semanas siguientes, otro Testigo y su hijo pequeño me llevaron al Salón del Reino en su auto. Estos nuevos amigos pronto empezaron a invitarme a sus hogares. Con el tiempo sentí el deseo de compartir con otros lo que estaba aprendiendo respecto al propósito de la vida.
Al tomar en serio lo que aprendía de la Biblia, me sentí motivado a hacer cambios en mi vida. Por ejemplo, ya no deseaba conservar objetos relacionados con el ocultismo. Por eso, me deshice de mis horóscopos, de la campanilla de meditación y de otros recuerdos religiosos de la India. Seguí progresando en el estudio bíblico, me dediqué a Dios y me bauticé como testigo de Jehová en Munich en junio de 1994. Al hacerlo, acepté con entusiasmo el verdadero propósito de la vida.
En septiembre de 1995 me hice precursor regular, es decir evangelizador de tiempo completo de los testigos de Jehová. Eso supuso pasar más tiempo hablando a otras personas sobre los propósitos de Dios. Para lograrlo, confié en la fuerza que Él da. Muchas veces llegaba a casa de noche, después de haber pasado varias horas en la predicación, con un gozo y un contentamiento que nunca había experimentado antes de conocer a Jehová. En enero de 1997 se me invitó a continuar el servicio de tiempo completo en el Betel (la sucursal de los testigos de Jehová) de Selters (Alemania), donde vivo en la actualidad. Mis padres me han visitado en varias ocasiones, y aunque no comparten mis creencias religiosas, han llegado a respetar Betel y se alegran de que yo esté aquí.
La ciencia y la Biblia
Quizás haya quien se pregunte cómo una persona que ha dedicado años a estudiar ciencia puede creer lo que dice la Biblia. Lo cierto es que yo no veo que se contradigan. Como físico, he estudiado las leyes que gobiernan la vida, y estas mismas son prueba de que una inteligencia sobrehumana las estableció.
Por ejemplo, en física, química y biología hay muchas teorías que son básicamente simples y, no obstante, las matemáticas en las que se basan resultan muy complejas. Hay científicos brillantes que proponen sus teorías y reciben el Premio Nobel por su trabajo. El Ser inteligente que diseñó e hizo existir el universo, que los científicos intentan comprender por todos los medios, sin duda tiene que ser mucho más brillante.
Sugerir, como hacen muchos evolucionistas, que la vida surgió de forma casual, es llevar demasiado lejos los límites de la credulidad. A modo de ejemplo: coloque diez balones en línea recta en un campo de fútbol, con una separación de un metro [3 pies] entre cada balón. Déle una patada al primero, de modo que cada balón choque con el siguiente de la línea, hasta que todos hayan chocado sucesivamente entre sí. Intente además predecir en dónde quedará al final cada balón. La probabilidad de lograrlo es tan remota que la mayoría de la gente lo consideraría imposible.
Teniendo esto en cuenta, ¿cómo puede alguien afirmar que el desarrollo de la célula humana —cuyos procesos son mucho más complejos que darle patadas a balones de fútbol— podría lograrse por mera casualidad? La explicación más razonable es que un Ser superinteligente creó a los humanos y a todas las demás formas de vida en la Tierra. ¿Haría este Ser, el Creador, tal cosa sin tener un propósito? Por supuesto que no. Sin duda tenía un propósito, y este se revela y explica en la Biblia.
Como ve, tanto las Escrituras como la ciencia me ayudaron a encontrar respuestas a mis persistentes preguntas sobre la vida. ¿Se puede usted imaginar la inmensa sensación de alivio y placer que experimentaría si encontrara algo que hubiera buscado por más de veinte años? El deseo de mi corazón es ayudar a tantos como sea posible a encontrar lo mismo que yo: no solo respuestas a mis preguntas, sino lo que es más importante, el modo adecuado de adorar al único Dios verdadero, Jehová.
[Notas]
El libro El conocimiento que lleva a vida eterna, editado por los testigos de Jehová, analiza con detenimiento este tema en el cap. 10, titulado “El Reino de Dios gobierna”, págs. 90-97.
Editado por los testigos de Jehová; agotado.
[Comentario de la página 14]
Como físico, he estudiado las leyes que gobiernan la vida, y estas mismas son prueba de que una inteligencia sobrehumana las estableció
[Ilustración de la página 12]
A los doce años
[Ilustración de la página 13]
En mi búsqueda del propósito de la vida, recurrí a la meditación oriental
[Ilustración de la página 15]
Predicar a otros me causa alegría y satisfacción verdaderas
[Reconocimiento]
Portada del libro: J. Hester y P. Scowen (AZ State Univ.), NASA
Fuente de consulta:
jw.org