Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Un cuento navideño.

UN CUENTO NAVIDEÑO

"Freiz Navad..." Eso es lo que oí cuando abrí nuestra puerta trasera aquella
mañana de Navidad.

Un muy joven David L. Eppele estaba deslumbrado por la luz navideña, el
árbol y los regalos . Yo estaba justamente en las que probablemente serían
las mejores

navidades que un 7 añero posiblemente podría tener.

Sabes, había una caja completamente llena de Caramelos caseros de la Tía
Ellen, dos cajas de Manzanas (esas que son buenas de Farmington), un cajón
de naranjas

con el sello oficial de la ciudad de Pasadena, y un saco de 50 libras de
piñones para mascar mientras yo jugaba con mi TREN ELECTRICO nuevo.

Despues estaban los Caramelos de Navidad. Yo estaba tan ocupado que no me di
cuenta de que estaba zampándome dos barras de caramelo al mismo tiempo!

Esta fue la mañana de todas las mañanas! Era Navidad!

La cocina de leña estaba atareada emitiendo aromas que gritaban: "¡El pavo y
la guarnición serán servidos a la hora!"

Ornamentos genuinos de cristal soplados a mano procedentes de Alemania ,
brillaban suavemente en las ramas del arbol de navidad, y el aroma de los
piñones

tostados junto con el pavo era una completa sinfonía para los sentidos de
este joven hombre.

¿Por qué sería justamente esa misma mañana cuando aprendí el verdadero
secreto de comer una caña de azúcar clavada dentro de un agujero perforado
en una

naranja? Te ponías hecho un desastre... Y, ¿quién dijo que no se pueden
hacer pequeños túneles con papel de Navidad sobrante, un poco arrugados pero
eternamente

bonitos? ¡Oh! Tan solo mira la matrícula de la locomotora eléctrica cuando
está atravesando el túnel.

Creo que fue mientras me encontraba a mitad de mi aprendizaje sobre cómo
conseguir que mi tren "Lionel" cascara piñones sin descarrilar cuando papi
me pidió

que abriese la puerta trasera. Yo estaba tan absorbido en la tarea de cascar
nueces, que ni siquiera oí que hubieran llamado a nuestra puerta.

Al tiempo que corria hacia la puerta trasera, me apresuraba a abrocharme el
cinturón de mi batín totalmente nuevo, justo como el de papá. Yo pensaba que

iba bien con mis zapatillas nuevas. Lucía un par de pantalones vaqueros
genuinos Levi´s y sería un descuido por mi parte si no te dijera que llevaba
puestas

2 camisas nuevas y un par de guantes de piel. No estoy seguro si mi anorak
para la nieve estaba recto o no, pero envolví mi cuello con una bufanda
roja.

Abrí la puerta trasera de golpe , y, allí en frente de mí, estaba el Indio
más viejo que yo creo haber visto. Su cara estaba arrugada y mojada. Sus
manos

casi moradas por el frío. El estaba a la pata coja, con un pie sobre otro,
saltando sobre sus pies para librarse del frío.

"Freiz Navad" dijo . Yo no podía responder a algo que no entendía. No tenía
ni idea de lo que decía ese hombre ni de lo que quería.

"Freiz Navad" dijo de nuevo, esta vez señalando un viejo y sucio saco de
algodon que llevaba consigo... Yo seguía sin poder responder.

Me volví hacia la cocina donde mamá estaba haciendo esas cosas secretas para
hacer las cenas de navidad tan fabulosas. Ví la sorpresa reflejada en su
cara

cuando ella vió quién estaba en el umbral de la casa.

"Joe, será mejor que hables con ese hombre ...", dijo mamá.

Mi padre vino a la puerta trasera. Puso ambas manos sobre mis hombros
mientras que, una vez más, oí al viejo decir "¡Freiz Navad!"

Mi padre hablaba suficiente navajo para entenderse. Oí unas cuantas palabras
que creía comprender, pero no las suficientes como para saber lo que estaba

pasando. El y mi padre hablaron durante 1 minuto, más o menos, y, después,
Papa se volvió hacia mí y me dijo:

"David , ve, entra en casa y coge una bolsa grande de la tienda . Quiero que
la llenes con manzanas, naranjas y algunas libras de piñones. Vamos a ayudar

a este anciano. Es de Gamerco. Ha andado las 7 millas hasta nuestra ciudad
por la nieve para llevar algo de comer a su familia . Dice que toda su
familia

está enferma y nosotros debemos ayudarle".

"Freiz Navad," dijo de nuevo el anciano a la vez que señalaba su viejo saco.

Creo que fue en ese momento cuando finalmente comprendí lo que estaba
pasando. El Hombre viejo nos deseaba, de la única forma que sabía, una Feliz
Navidad.

Estaba pidiendo Comida y Ayuda para su familia.

Corrí de vuelta a la salita y empecé a llenar la bolsa de la tienda con
manzanas y naranjas que mi madre me pasaba. Incluso metí un par de esas
cañas de

azúcar y después un par más. Puse Piñones en la bolsa casi hasta cubrir la
fruta . Después puse unas cuantas naranjas más para acabar de llenar
completamente

la bolsa. Mientras volvía vi a mi padre dar al hombre viejo un billete de
cinco dólares.

Le pasé al anciano nuestra bolsa de papel y esperé mirando como transvasaba
todas las manzanas, naranjas y piñones a su bolsa de algodón . Se le cayó
una

naranja . Me agaché a por la naranja que rodaba al mismo tiempo que el
hombre viejo lo hacía. Sus manos cubrieron las mías por unos instantes . Me
miró

a los ojos y esgrimió una gran y desdentada sonrisa. !Oh, como brillaban sus
ojos oscuros!

Yo me quité de mi cuello mi bufanda roja totalmente nueva y se la enrrollé
en el suyo.

Ahora bien , no lo supe en aquel momento pero seguro que mi corazón sabía
que acababa de aprender algo muy importante, una lección muy valiosa... una
enseñanza

que llevaría siempre conmigo para siempre .

Es mucho mucho mejor dar que recibir.

¡¡FREIZ NADAD!!