Texto publicado por Gabo

LAS OVEJAS DE CHILLO GALLO

Don Juan, propietario de un gran rebaño al sur de la ciudad de Quito, acariciaba una mañana a cuchara; la oveja menor. Mientras lucha siempre desobediente, saltaba la cerca y con gran velocidad y estrépito echaba a correr hacia la iglesia del sector. ¡Pues les había tomado tanto cariño a las hostias y al vino; del redentor mejor ni hablar!.
Una vez dentro, corneó al padre en la parte abdo-costilar y se apoderó del altar; balando una y otra vez, como deleitándose con su propio eco.
Finalmente fue atrapada, casada y vapuleada. De su vida, no sé más; quizás habrá terminado en un camal o una tumba bajo el mismo altar. Lo cierto es que lucha alcanzó el alba después de haber podido confesar sus lanudos pecadillos en su prisa por almorzar. Más El cura no sabiendo perdonar, cornada segura tenía para refutar.