Texto publicado por M. Celada

¡Goodbye good boy!

¡goodbye goodboy!

En memoria de Saimon.

El pasado 11 de abril a las 9,23 horas, Simon Theodore Bolivar 3º a quien todos llamábamos Saimon, se nos fue para siempre.
De mí dependía que se hubiera quedado algo más entre nosotros y por eso se que la duda me corroerá por mucho tiempo, pero su
artrosis y sus problemas en la columna vertebral que le paralizaban parcialmente, nos empujó a decidir su partida. Querino Saimon,
perdóname si no supe tomar la decision correcta.

Saimon y yo nos conocimos un frío día de noviembre en la escuela de Michigan, y recuerdo que al final de nuestra primera sesión de
trabajo le dije al señor Gravosky el instructor: "Greg, es fantástico, es como si lleváramos trabajando juntos un año".
Después vendrían los paseos, los entrenamientos, las anécdotas... y el viaje a España. Saimon tenía una nueva familia y las
cosas no pintaban bien para integrarse en ella.
Por lo pronto, un niño acababa de nacer en casa y acaparaba toda la atención. Saimon, haciendo gala de su extraordinaria
paciencia, supo esperar y con el tiempo se convirtió en el miembro más respetado de la familia. Otras mascotas pasaron por casa:
Kuki, Kayla, etc., y con todas supo convivir al igual que con los otros perros de la calle y el portal.
Pero lo más digno de resaltar, fue su desempeño. Saimon estuvo asistiéndome y guiándome por calles, plazas, montes y toda clase
de terrenos durante cuatromil días aproximadamente. Pues bien, durante todo ese tiempo, no creo haberle correjido más de 6 o 7 veces,
y aún así, no estoy seguro de que siempre tuviera yo la razón.
Puedo decir sin ningún rubor, que con la marcha de Saimon perdí al miembro de mi familia que más me quería, porque Saimon quería
a todos y sabía hacerse querer.
Lenta pero inexorablemente, se fueron acumulando los años, los kilómetros, la cirujía a veces de dudosa justificación, y en definitiva,
la vida. Y es así como al amigo norteamericano, dejaron de asistirle sus patas traseras en las escaleras muy pendientes, su paso
se hizo más lento, y en diciembre de 2012 cuando contaba 12 años de edad, le llegó su jubilación oficial aunque siguió trabajando
hasta el final de marzo de 2013.
Mi esposa pasó a ocuparse de Saimon, otra perra-guía pasó a realizar su trabajo, y en resúmen, otras pasaron a ser sus rutinas de paseo,
comida, cepillado etc. Su tamaño aumentaba, su movilidad se reducía, y su oído y su vista estaban como ausentes. Nunca supimos a ciencia
cierta si Saimon sufría y hasta qué punto, pero con una ernia y un pinzamiento en la columna vertebral que casi le invalidaba las patas de atrás
pensamos que lo estaba pasando realmente mal, y decidimos dar el fatídico paso.
Cuando aquella mañana le llevábamos a la clínica, tal parecía que Saimon conociera su destino y se fue despidiendo de cada esquina y
cada palmo de aquellas calles por las que tantas veces había él caminado. Su último acto como ser vivo, fue morder a la veterinaria que le
estaba poniendo la vía para introducirle el suero letal, y después se apagó como había vivido, sin una queja, en silencio y sin molestar
Siempre he dicho que cuando se muere un ser querido el problema no es para el que se va si no para quienes nos quedamos aquí.
Yo creo que tengo una gran deuda con Saimon y este homenaje es para pagar una parte de la misma.
Así pues amigo Simon (Saimon), cuando veas a tu jefe Antón, a tu hermano Francisco y a la compañera Lucía, si no te importa ládrales
algo sobre mí y diles que en realidad tampoco fui tan malo y que me perdonen más que por lo que hice, por lo que dejé de hacer.
También te pido que, si ves a T-Bone (tibon) y a Jake (yeik), les des muchos recuerdos y que me gustaría que os hiciérais buenos colegas
y os diérais unos buenos lametazos y unas carreritas por aquellos prados a mi salud.

Miguel Celada Quintana.