Texto publicado por José Jahir

¡Atención, atención, atención! Damas y caballeros de BlindWorlds, pónganse de pie para por fin recibir después de tanto tiempo de espera a ¡"Amor a Distancia, Capítulo 4!"

Yeah! Con esto se completan dos de tres cosas que les debo. Ahora por fin, he llegado con el gran y súper capítulo 4 de amor a distancia! Cada vez se está poniendo más interesante, espero les guste, con todo cariño para todos ustedes! cualquier sugerencia, comentario, crítica no duden en decirlo! saludos y espero que les guste!

Capítulo IV
Desde el otro lado

Mientras Rodrigo y sus nuevos amigos se la pasaban contemplando la nueva escuela, a Víctor no parecía irle tan bien como él esperaba. Lo había tomado por sorpresa el que Rodrigo se haya enterado de que se inscribiría en el COBACH, y comenzó a preguntarse cómo pudo saberlo. Tan ausente estaba en sus pensamientos, que no notó cuando Gregorio se acercó a él.
—Víctor ¡eh, Víctor! ¿te pasa algo?
—¿Qué? ¿Quién? –preguntó aturdido.
—Soy yo, menso, ¡Gregorio!
—Ah, ¡Gregorio! Hola.
—¿Y a ti qué mosca te picó? Andas muy raro!
—Lo siento amigo, lo que pasa es que mi día empezó fatal.
—¿Y eso por qué?
—Bueno, quise sorprender a ese ciego, pero el sorprendido fui yo. ¿Puedes creer que él sabía que me metería aquí?
—¿Hablas en serio? –preguntó incrédulo.
—Sí, ¡y no sé cómo rayos se enteró! Esto sólo lo sabíamos tú, mi padre y yo. A menos que…
—¿Qué?
—Un momento… ¿acaso abriste la boca? ¿Dime, se lo dijiste? –lo zarandeaba con brusquedad.
—Oye, ¡qué te pasa! Yo sería incapaz, ¿cómo puedes siquiera pensarlo?
—Discúlpame, pero esto me tiene furioso ¡yo quería tomarlo por sorpresa! Hubiera deseado tanto verle esa cara ¡maldita sea! –comenzó a lanzar golpes al aire.
—Cálmate, Víctor, cálmate. Ahora lo que nos urge averiguar es quién se lo dijo.
—Creo saber quién fue. Lo más seguro es que haya sido esa estúpida de Mayra, la novia protectora de Rodrigo.
—¡Pero eso no pudo ser posible!
—Lo es. No te lo dije pero el otro día que vine con mi padre la miré al salir, y ella me vió, pero déjalo así Gregorio, de todas formas él no podrá evitarme y los planes seguirán como hasta ahora.
—Bueno, está bien amigo –rieron descaradamente-. Ahora vamos a clases y cambia esa cara.
Llegaron a su salón, 105. Entraron y los dos apartaron lugar, apenas tendrían su primera clase, Taller de Lectura y Redacción. Víctor y Gregorio platicaban alegremente con otros cuatro chicos, cuando de pronto la profesora llegó. Se hizo un silencio al instante.
—Buenos días, alumnos. Soy su profesora de la materia de Taller de Lectura y Redacción, mi nombre es María Inés amescua.
Enseguida comenzó a sentarse en su escritorio. Era de complexión media, cabello castaño claro recogido en una trenza, de ojos verdes. Víctor la miraba con especial atención.
—¡Tiene mi mismo color de ojos! –pensó.
—Ahora –continuó- voy a platicarles un poco de mí. Tengo 31 años, nací aquí en Mexicali, estudié en la Universidad y me gradué como maestra para Bachillerato. Llevo trabajando cinco años aquí y la verdad estoy muy contenta de estar con todos ustedes. Soy muy alegre, un poco reservada, y adoro mi trabajo. Mi pasatiempo es salir con mis amigos y jugar ajedrez –hizo una pausa y luego prosiguió-. En vista de que somos nuevos, no nos conocemos, cada uno pasará al frente y se presentará ante el grupo; nos dirá su nombre, edad, escuela de donde viene, pasatiempos, comida favorita y qué le gustaría estudiar. Y bien, ¿quién quiere ser el primero?
—Yo, mamacita –insinuó Víctor, los demás rieron.
—silencio. Más respeto, jovencito, por favor. Bien pase al frente.
—Hola a todos. Yo me llamo Víctor Reyes Bustamante, tengo 15 años, vengo de la secundaria General 2 Rafael Ramírez, mi pasatiempo es molestar a mi enemigo íntimo –los chicos no pudieron contenerse ante estas palabras y comenzaron a reír-. No no es verdad sólo bromeo; mi pasatiempo es jugar fútbol. Me encanta el mole y me gustaría ser narco.
—Muy bien, Víctor; pasa a tu lugar –a ella no le hizo gracia y de inmediato supuso que tendría problemas con él-. ¿Siguiente?
Pasó Gregorio.
—Hola, yo me llamo Gregorio Rojas Contreras, tengo 15 años. Me gusta estar con mi amigo Víctor y vengo de la secundaria general 2, me gustan las hamburguesas y quiero ser criminólogo.
—Muy bien, Gregorio bienvenido; pasa a tu lugar.
La clase estuvo tranquila y a la vez divertida. Las presentaciones continuaban; pasaron Crisela Ontiveros Cárdenas, Felipe Ruiz López, David Armando Cortínez Vázquez y Luis Daniel Pérez Galvez.
—Bueno jóvenes, de tarea les voy a dejar que escriban la importancia que tiene el saber redactar. No menos de una cuartilla. Hasta mañana, que la pasen bien –se despidió de su grupo.
—Yo me voy –comentó Crisela a Víctor y Gregorio.
—Espera, ya te alcanzamos –gritó Víctor, abriéndose paso y yendo tras ella, Gregorio era el último en salir.
—¡Víctor! –gritó su amigo- ¡ven, mira quién va por ahí!
—Nos vemos en el salón, belleza.
—Quiénes son todos ésos que van con él? –preguntó enfadado.
—al parecer ya formó su grupito.
—¿Grupito? ¡son demasiados! ¿Serán sus amigos?
—Eso parece –susurró Gregorio.
—Maldito, ¡cuánta suerte tiene! Esto no me está gustando nada.
—Vaya, estará muy difícil molestarlo. Lo más seguro es que siempre anden tras él. ¿Y ahora qué haremos?
—No sé, necesito pensar en algo ¡me lleva! –Víctor cerró los puños con rabia.
—Yo pienso que quizá esos cuatro nos puedan ayudar. Hay que armar nuestro propio grupo también, la cuestión aquí es buscar refuerzos porque tú y yo no vamos a poder. Si es necesario, nos vamos sobre todos ellos para llegar hasta Rodrigo.
—Eso… ¡eso es! ¡Estupenda idea, Gregorio! –dijo radiante de felicidad-, ¡la guerra ha comenzado! Prepárate, Rodrigo ¡te haré la vida imposible! O, mejor dicho, ¡te haremos la vida imposible! ¡Ja, ja, ja! –su risa fue escuchada por todos los que pasaban alrededor de la explanada, los que iban por ahí murmuraban:
—¿Qué le pasa a ese loco de allí?
—¡Víctor! –dijo de repente Mayra, quien se percató de su risa y de su presencia, y sabía que no era para nada bueno verlo con Gregorio y, mucho menos, si lo escuchaba reír de esa manera.
—¿Víctor? –preguntaron Ignacio y Rodrigo- ¿qué pasa con él?
—Rodrigo, ¡prepárate! Te ha declarado la guerra.
—Entiendo ¿era él quien se reía? Debí suponerlo. Bah, no te preocupes tanto, Mayra. Tú ya sabes lo que hay que hacer cuando llegue el momento. Yo no quiero que esto se complique, pero no me queda de otra: si él quiere guerra ¡guerra tendrá!
—¿Quién es Víctor? –preguntaron los demás a coro.
—Víctor es mi enemigo –exclamó- después les contamos la historia, por ahora no quiero hablar, lo siento.
—No hay problema, Rodrigo –dijo Cynthia.
—Chicos, ¿qué tal les cayó la profesora de Matemáticas? –preguntó Perla.
—Nada mal –respondió Tulio.
—A mí no me latió sinceramente –declaró Cynthia- y además, vi cómo observaba a Rodrigo. No sé por qué, díganme loca si quieren, pero creo que tiene algo contra él. No fue muy amable que digamos.
—Bueno, la verdad sí noté un poco de indiferencia, pero no te precipites Cynthia, que apenas vamos comenzando, es nuestro primer día.
—Quizá tengas razón. Bueno ya luego veremos. Vamos a clase.
—Taller de Lectura y Redacción –dijo Gori.
—Bueno, chicos ¿qué les parece que Gori sea nuestro horario? –sugirió Rodrigo, los demás reían.
—Ay de plano con ustedes, igual si me asignan ese puesto ¡yo encantada! Es un honor para mí –comentó sonriendo.

Mientras tanto.
—Bueno, es hora de entrar –refunfuñaba Víctor.
—Vamos –se fueron a sentar.
—Víctor –llamaba Crisela.
—¿Dime?
—Quiero preguntarte algo. Cuando te presentaste en la clase, mencionaste que tu pasatiempo era molestar a tu enemigo íntimo, luego intentaste cambiarlo. Yo no creo que hayas bromeado con ello. Eso es cierto, ¿verdad?
—Mmm, qué curiosa eres.
—Yo lo sé, puedo notarlo en tus ojos. Tienes una mirada furiosa. ¿Es verdad?
—Sí, lo es –respondió-. Es mi enemigo desde hacía tres años, íbamos juntos en la secundaria.
—Lo sabía. Además, esa risa maligna se escuchó por toda la explanada, fue divertido oírte. Te seré franca: yo también tengo enemigos, específicamente una enemiga.
—¿De quién hablas?
—Luego te lo diré. Ahora si gustas, yo te puedo ayudar.
—¿De verdad?
—Claro. Te ayudaré a pisotearlo.
—Bien, te diré de él. Se llama Rodrigo, tiene quince años y es ciego.
—¿Qué? ¿Ciego? Espera un momento, ¡yo miré a un ciego caminando con un buen grupo de mocosos.
—Es él.
—¡Pero qué interesante! Bueno, ¿pero qué te hizo él?
—No lo soporto, lo odio. Siempre intenta quedar bien ante los demás, haciéndose la víctima y todo con la excusa de que es ciego. Pero no está solo, tiene protectora, es su novia Mayra. Lo defiende a capa y espada.
—¿Tiene novia? –preguntó con asombro.
—En realidad no, Mayra sólo es su amiga pero yo siempre juego que es su novia. Con ella a su lado es difícil atacar. Además él es un soplón, y se cree valiente porque ella está a su lado, incluso me insultó hoy en la mañana.
—Vaya, qué increíble. Esas personas me repugnan –dijo con odio- así que te voy a ayudar.
—Por su culpa siempre me han puesto reportes y citatorios.
—Bueno. Pronto comenzará su pesadilla, ya lo verás –decía mientras reía.
—Así será –declaró Víctor.
—Hey, ¿qué hacen ahí ustedes dos?
—Aquí planeando cómo destruir a Rodrigo.
—Ah, qué bien –dijo Gregorio con indiferencia.

Al salir de Ciencias Sociales Felipe, David Armando, Gregorio, Luis Daniel, Crisela y Víctor se reunieron y comenzaron a platicar. Al principio fue general sobre ellos mismos, hasta que la conversación se desvió a si alguna vez han tenido enemigos y si les han hecho daño. Crisela fue muy abierta y relató las hazañas que hizo en contra de su enemiga. Era una chica de armas tomar, fiera y decidida. De pronto dijo:
—Bueno Víctor, necesito conocer personalmente a ese tal Rodrigo. Tengo que tener mi punto de vista para crear un perfil de él y así ayudarte.
—¿Ciego? ¿Hay un ciego aquí en la escuela? –preguntaron David, Ddaniel y Felipe-. Lo que pasa es que sin querer los escuchamos mientras ustedes dos platicaban ¿es cierto?
—Sí, es enemigo de Víctor y Gregorio. Según él es detestable.
—Bueno, Crisela. Cuando quieras –comentó Víctor.
—Hoy mismo será, en el siguiente receso.
—Odio a los ciegos –exclamó Felipe- no sirven para nada. Imagínense, yo ¡siendo ciego, qué horror!
—No merecen vivir –dijo David.
—Oigan, no digan eso, son seres humanos como nosotros –dijo sorpresivamente Gregorio.
—¿Qué? ¿Qué dices estúpido? –dijo Víctor exaltado.
—Que no está bien que se expresen así de la gente.
—Ahora te estás poniendo de su lado? –preguntó Crisela enfadada.
—No, claro que no, sólo digo que no es correcto hablar de esa forma, además nunca se sabe cuándo pueda quedar alguno de nosotros así. Rodrigo es distinto y sí, acepto que no me cae bien tal como a Víctor, pero yo no hablo por él sino en general.
—A mí se me hace que te estás rajando.
—¡Yo no me rajo! –gritó Gregorio.
—Yo estoy de acuerdo con David. Además ¿qué no ves que se aprovechan de ser ciegos para que la gente se apiade de ellos? –exclamó Víctor.
—Bueno, Rodrigo no me cae bien, pero no es como para hablar así. Yo sólo lo quiero molestar igual que tú.
—Bueno, te creo Gregorio. Y ya dejemos este tema. Entonces Crisela, ¿Cómo quedamos?
—Sí, tal como quedamos.
—¡Bien! -comentaron todos a coro.
En el siguiente receso, Rodrigo y sus amigos platicaban tranquilamente fuera de su salón, cuando de pronto…
—Hola, chicos, soy Crisela. Mucho gusto conocerlos. Bien quisiera hablar con Rodrigo.
—¡Soy yo! –dijo tímidamente.
—Hola, ¡qué gusto conocerte! Un amigo me habló de ti y me dio curiosidad, encantada –se dan la mano.
—Igualmente, ¿quieres sentarte con nosotros un rato? Estamos platicando -preguntó
—Claro, por qué no.
Y de inmediato comenzaron a platicar. Crisela pensaba:
—Bien, ¿así que tú eres el famoso Rodrigo? Nada mal, Y ciego, qué interesante. Me temo que esto será más que divertido.

Había comenzado a analizar el ambiente del grupo, especialmente a su próxima víctima. Una vez lo hubo conocido se marchó con el pretexto de que se le hacía tarde para entrar a su siguiente clase, no sin antes despedirse del grupo amablemente. Para Rodrigo lo peor estaba por venir.
Cynthia llegaba de la cafetería. De pronto se detuvo cuando vio pasar a Crisela. Esta última pasó de largo y siguió su camino.
—¿Qué? Dios, ¿Crisela aquí? ¡No puede ser! –se lamentaba.
—Hola Cynthia –saludaban sus amigos- ¿qué te pasa, por qué tienes esa cara? –preguntó José Ignacio.
—No tengo nada –dijo secamente- saben, entremos al salón, no me siento nada bien.
—Ahora te alcanzamos –dijeron los demás, y fueron junto con ella. José Ignacio y rodrigo se retrasaron un momento.
—¿Qué le ocurre? –preguntó Rodrigo.
—Bueno, Cynthia parece estar como triste, se notaba muy seria, cabizbaja y a punto de llorar.
—¿Qué será? –pensaba Rodrigo-. Esto está muy raro. Bueno, entremos -dijo.

—Hey chicos, allí viene Crisela –advirtió David.
—¿Qué pasa? ¿Cómo lo viste? ¡Cuenta!
—Me pareció de lo peor –comentó-, la verdad hasta tal punto se ve buena onda, pero para mí no lo es. Vieran visto cómo platicaba conmigo y sus amigos, la verdad estaba aburriéndome, pero como soy nueva, tengo que fingir interés.
—Es un insecto –añadió Víctor.
—Bueno ya viene la profe, entremos –comentó Gregorio. Los chicos entraron.

—Miré a mi enemiga, está aquí en la prepa –le dijo a Víctor, quien estaba sentado a su lado.
—Oh preciosa, yo ya te conté de él; ahora tú háblame de ella.
—Se llama Cynthia Velázquez. Al parecer ella me miró, vieras visto la cara que puso cuando íbamos caminando, fingí que no la miré. Volteé enseguida para que no se diera cuenta que la vi, ¡cómo lo disfruté! –reía.
—Cynthia. Qué interesante –dijo- ¿y por qué te cae mal?
—Es una creída. Siempre era la mejor en todo, con una estúpida sonrisa y con sus amiguitas a su lado. Jamás pensó que una de ellas se volvería en su contra. Yo la aparté de su lado, eran muy unidas.
—¿Qué? Pero qué impresionante, ¡esto me gusta! ¿qué más pasó? –preguntó con gran interés.
—Su amiga se llama Melanie. Yo me hice amiga de las dos, pero un buen día le conté cosas terribles de Cynthia, e incluso inventé que ella me hacía mucho daño. Con mi cara de inocente, poco a poco comencé a alejarlas, hasta que se empezó a juntar más conmigo. A Cynthia le era cada vez más indiferente.
—Y ahora que la viste, supongo que quieres continuar haciéndole daño.
—Absolutamente chiquito –decía entre risas- pero ¿qué te parece si hacemos un trato?
—Ah sí? ¿Y cuál?
—Muy sencillo: tú me ayudas con ella, y yo con Rodrigo. Hay que ayudarnos mutuamente para así aplastarlos más fácilmente ¿qué dices?
—¡Hecho! –exclamó Víctor con gran alegría, pues su único deseo era encontrar los medios para llegar a Rodrigo y destruirlo. Qué mejor ahora que pudo conseguir a una aliada, una persona que por primera vez lo comprendía de la misma forma y compartían sus mismos pensamientos. Ni Gregorio, su amigo de toda la vida, había podido ser precisamente esa chispa de maldad que Víctor necesitaba.
—¡Trato hecho! –gritaron, chocando sus manos en señal de aprobación.

Esta historia continuará.

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