Texto publicado por Francisco

Atril es la única orquesta de ciegos en Medellín

Por: OSCAR ANDRÉS SÁNCHEZ A. | 10:07 a.m. | 02 de Septiembre del 2012

La orquesta se reune dos veces por semana en Prado Centro.

Foto: Guillermo Ossa / EL TIEMPO Comparte este artículo

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En esta orquesta un grupo de invidentes encontró la luz para sus vidas.

Las pocas imágenes que ingresan a través de uno de los ojos de John Jairo
López, el timbalero de la Agrupación Tropical de Invidentes sin Límites
(Atril), es suficiente para darle seguridad al resto de sus compañeros, que
nunca tuvieron la posibilidad de ver la luz del día.

Ensayan dos veces por semana en la sede que tienen hace cinco años, una casa
amplia prestada por la Fundación San Vicente de Paúl, ubicada en Prado
Centro. López instala el sonido, distribuye las sillas y ayuda a ubicar a
sus compañeros, y en los concierto les indica hacia donde está el público y
que espacio tienen.

Ana Joaquina Ramírez, levanta las manos para que el guía le ayude a sujetar
la correa del bajo a su cuerpo. Adelante, de pie, se ubica Ana Giraldo, la
vocalista, que también apoya la percusión con el guacho y la pandereta; y al
lado derecho está Orlando Toro, uno de los guitarristas. Ambos vienen desde
El Santuario (Oriente).

Atrás, con la carrasca, se sitúa Luis Fernando Arias, director y fundador
del grupo. Tiene 42 años y perdió la visión en un accidente de construcción
que acabó con sus retinas cuando tenía 19. Por último, López toma las
vaquetas y se dispone a hacer retumbar un pequeño timbal, no sin antes dar
la señal de inicio.

En adelante, todo es ritmo y sabor. Los transeúntes que pasan por la zona
desvían su mirada para saber dónde es que suena tan bueno La pipiripau, de
Lila y su Tropical Perla del Mar.

La vocalista, con una expresividad que sobresale, canta y anima al son de
cumbias, porros, gaitas, merengues, paseos y de la tradicional música
parrandera paisa. Todo está coordinado y no hay lugar para errores, las
melodías suenan perfectas, con fuerza y pulcritud.

Según Arias, en los últimos 14 años, Atril ha sido una escuela única en la
ciudad para personas con limitaciones de visión. Según él, tenían
referencias de un grupo en Bogotá, Balalaica, también de invidentes, pero al
parecer desapareció por falta de apoyo.

"Al principio era muy empírico, pero luego le presentamos un proyecto al
municipio y nos pusieron profesor y nos dotaron de instrumentos. Esto ha
servido a muchos de terapia y para recuperar el sentido de la vida, otros
incluso ya son solistas", agregó.

Todos se sienten orgullosos porque a la fecha se han presentado en todos los
lugares más emblemáticos de la ciudad, y en otras ciudades como Bogotá,
Armenia, Putumayo y en las ferias de Cali y Manizales ante más de 15 mil
personas, pero reconocen que aún tienen el deseo frustrado de tocar en la
Feria de las Flores.

"No queremos que nos contraten por pesar, si no porque tenemos talento.
Hacemos música de calidad, y por eso nos vuelven a llamar. En el Putumayo
las personas con discapacidad y sus familias lloraron de la emoción al ver
lo que se puede lograr cuando se quiere", comentó la dueña del bajo.

Agregó que siempre en los primeros minutos de los conciertos la gente se
queda impávida, observándolo y cuando les pasa el asombro, inician el baile.

Cuando terminan los conciertos y es de noche, María Elena Gallego, su
conductora de siempre, los deja en la sede y allí pernoctan para no correr
riesgos en la calle.

Pero todo no ha sido color rosa. Hace 10 años, cuando estaban en otra sede,
fueron víctimas de un hurto. Los instrumentos que no pudieron cargar los
dañaron, sin embargo, volvieron a empezar, y con ayudas de benefactores
lograron comprar algunos y el amplificador de sonido. En adelante -dicen-,
se apropiaron más del proyecto.

De acuerdo con el director, ahora no tienen apoyo de la Alcaldía y medio se
sostienen y ayudan a sus familias con lo que les queda de las
presentaciones. Atril quiere este año grabar su segundo disco de música
parrandera y ya empezaron a tocar puertas.

"En temporada nos contratan, pero en la época fría nos toca trabajar en
otras cosas. Quisiéramos tener más apoyo para dedicarnos solo a esto y vivir
de la música. Mucha gente nos apoya y nos quieren ver lejos, pero no de esta
sede, sino muy exitosos", bromea Arias, padre de tres hijos.

Joaquina Ramírez, la bajista, aún no comprende porqué muchos se sorprenden
porque son músicos: "Para tocar un instrumento solo se necesita el tacto y
el oído". Pero Arias dice que también olfato, "por si algún corto circuito".
Todos ríen, mientras inician otra melodía.

OSCAR ANDRÉS SÁNCHEZ A.

Corresponsal de EL TIEMPO

MEDELLÍN

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