Texto publicado por Miguel de Portugalete

Sólo podemos ver algo si sabemos su porqué

Sólo podemos ver algo si sabemos su porqué

Walter Lewin, astrofísico, 50 años como profesor en el MIT y autor de Por
amor a la física.
Tengo 77 años y ya llevo 50 investigando y enseñando física, pero jamás he
repetido una clase: soy artista de la docencia. Nací en Holanda: mis padres
fueron gaseados en Auschwitz y crecí en EE. UU. Soy ateo, pero respeto la
religión si me respeta. Colaboro con CosmoCaixa.

Crecer con la ciencia.

La ciencia nos hace crecer como personas. Lo enseña Lewin. También la
innovación hace crecer las economías (lo enseña el modelling del Nobel
Kidland, entre otros). Por eso recortar el presupuesto español en
investigación, tecnología y formación es recortar el crecimiento. (lo enseña
el Financial Times, y añade que es mejor recortar en niveles de
administración: en políticos). También es urgente que la Unión Europea
invierta en innovación y tecnología para promover ese crecimiento que
necesitamos (y también lo enseñó anteayer el Financial Times). Y ahora
aprenderé, gracias al talento de Lewin y a la nueva tecnología que es la
red, por qué el cielo es azul. Y así creceré.
Por qué el cielo es azul?
No lo sé.
¿Cómo puede ver el cielo sin saber por qué es azul?
Usted es el profesor.
Y usted es una persona. Si le explico por qué el cielo es azul, cuando lo
mire verá mucho más de lo que veía. Y así vivirá más.
¿Y?
Enseñar es eso: ayudar a los demás a que vivan más y mejor.
¿En qué sentido?
Yo enseño a vivir con más sentido. Cuando aprende, su vida se llena de
sentido. Por eso, yo no doy clases: doy vida al alumno.
¿Tan grave es no saber lo del cielo?
Más grave es no habérselo preguntado. Si logro que se lo pregunte, elevaré
su nivel de conciencia y haré de usted mejor persona. ¿Ha estado hace poco
en una guardería?
Sí.
Pues fíjese en los soles que dibujan hoy los parvulitos: pintan soles verdes
o azules.
Los pintan de todos los colores.
¿Y sabe por qué?
Porque hubo un Van Gogh que un día pintó un sol verde: ¡nos enseñó a ver el
sol como yo le enseño a ver el cielo! Cuando yo era niño, el profesor que
nos veía pintar un sol verde nos reñía: "Walter, no pintes el sol verde; ¿no
ves que es amarillo?".
¿Y por qué hoy no se lo dicen al niño?
¡Porque existió Van Gogh! Y porque hubo un Picasso que nos enseñó a ver el
cuerpo humano en Las señoritas de Aviñón, y hasta un Duchamp que convirtió
un urinario en una obra de arte. El arte nos enseña a ver el mundo, y eso es
lo que yo quiero hacer cuando enseño física y colecciono arte.
¿Qué tienen que ver arte y física?
Amo el arte porque me enseña a ver el mundo y, así, a crecer como persona y
vivir más. Por eso soy artista cuando doy mis clases, porque aspiro a
cambiar a mis alumnos.
Lo importante no es saber más.
Eso cree la mayoría de los profesores: que es mejor quien más materia cubre.
Yo diría lo mismo.
Pues no es mejor profesor quien más materia cubre, sino quien más mundos
descubre. Para lograrlo, la preparación de las clases debe ser algo tan
creativo como el arte.
¿Qué hace usted para darlas?
Yo me despierto de madrugada y me abalanzo sobre un cuaderno, que tengo en
mi mesilla de noche, para apuntar las ideas que se me ocurren para mejorar
mis clases. Si logro emocionarles, les haré pensar. Por eso estudio teatro,
declamación, oratoria...
Lo he apreciado en sus vídeos.
¡Hace cincuenta años que no repito una clase! Porque son mis obras de arte.
Sé que la frecuentan no universitarios.
También vienen ancianas que se apasionan cuando aprenden qué es un agujero
negro del universo: cambia su mente y su vida.
¿Cómo logra explicárselo?
Las reto, les hago reír, llorar, divertirse, pensar... ¡Y que se meen de
miedo!
¿Les explica su cálculo de que la Tierra se acabará en 5.000 millones de
años?
Claro.
¿Y no es deprimente pensarlo?
¡No! El universo rebosa de formas de vida. La nuestra es sólo una más.
¿Realmente cree usted que somos tan importantes?
Tal vez no somos gran cosa, pero somos lo único que tenemos.
En nuestro universo hay cien mil millones de galaxias y más de mil millones
de planetas, y hay otros universos: un multiverso...
Y de todos esos billones, billones, billones, billones, billones, billones,
billones, billones de planetas..., ¿cree usted que la Tierra es el único con
vida? ¿Y que somos la única vida inteligente?
No lo sé.
Lo importante es que se lo pregunte, y tal vez coincida entonces conmigo en
que nuestra existencia no es tan importante.
¡Pero es la nuestra!
Somos hijos de la casualidad cósmica. Tal vez algún día seamos capaces de
fabricar una célula en el laboratorio, y ese día cambiarán las cosas.
Mientras, somos irrelevantes.
Le veo ilusionado y resignado.
El cálculo es que a la Tierra le quedan 5.000 millones de años de
existencia, pero si no rectificamos, los humanos acabaremos con nuestro
planeta mucho antes. Y ahora habla un físico: hay cambio climático.
Cuando los humanos desaparezcamos, ¿no quedará nada de nosotros?
No. Pero si le resulta duro aceptar su propia desaparición y la de su
especie, le daré una solución más allá de la razón: tenga fe.
¿En qué?
Adopte una religión y si un día un hijo suyo muere estúpidamente, no
enloquecerá de dolor, sino que se dirá: "Dios lo quería tanto que se lo ha
llevado consigo".
Es muy respetable.
Por supuesto. Yo le respetaré. Y espero que él respete a quienes no creemos.
Todos somos respetables.
La religión -no la razón- es el único modo de sentirse especial en el
universo.
Usted tiene talento... Y ego.
Es verdad. El ego mueve el talento. Si repasa conmigo a los talentos del
MIT...
Entrevisté allí a Chomsky: lo sé.
Son tan considerables como sus egos; pero los ponen al servicio de los
demás.
¿Qué compensación le da enseñar?
Sé que, cuando usted mire al cielo a partir de ahora, se acordará de mí.

Lluís Amiguet,
LaVanguardia.