Audio publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

Daraní. Continuacion de "amor te extraño"

Daraní

Entreabrió los ojos y el rayo de luz que penetraba por una ventana lastimó sus pupilas, no había nadie con ella en aquella habitación, volvió a cerrar los ojos apretándolos tratando con esto de recordar ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí en esa cama llena de aparatos y agujas que lastimaban su cuerpo?, hasta sus oídos llegaron unas voces lejanas que le parecían familiares, sin embargo no podía recordar de quienes eran. Trató de dormir para calmar sus ansias pues sentía que solo así algún día podría llegar a su cerebro ese rayo de luz que tanto anhelaba.
Una explosión en los pasillos la hizo brincar gritando aterrorizada, una enfermera entró en la habitación para calmarla.
-tranquila señorita, no pasa nada, al fin ha despertado usted
Daraní, con los ojos desmesuradamente abiertos le trataba de explicar con palabras entrecortadas que aquel ruido era producido por las bombas del subterráneo.
-no, señorita, está usted en el centro médico del norte y no ha sido ninguna bomba la que explotó, fue una charola con algunos vasos que se le ha resbalado a uno de los empleados de la cocina, tranquilícese, voy por el médico y daré aviso a sus familiares que usted ha despertado.
-¡hola, mi bella durmiente! Saludó el doctor con una amplia sonrisa, me dicen que al fin ha resucitado y veo con agrado que eso la hace mas bonita.
Daraní lo miró sin comprender sus palabras pero en el fondo de su cerebro presentía que algo le había pasado hacía ya mucho tiempo.
-hola, balbuceo sin ganas y con una mirada interrogante.
-a ver Daraní, dijo el galeno, empezaré por decirle que hace tres meses me la trajeron casi muerta, que su nombre lo supimos hace apenas unos días porque la casualidad o dios o el destino trajeron hasta aquí a su santa madre que no dejó de buscarla a pesar de las adversidades, fue ella quien la reconoció y desde entonces ha velado junto a usted día tras día esperando que pronto se recuperara ¡bendita la fe y el amor de su madre!
Ella lo miraba queriendo comprender cada una de sus palabras pero el cerebro se negaba a reconocer todo cuanto escuchaba, el médico le hizo varias pruebas y con un profundo suspiro dijo a la enfermera: -vaya por la madre de esta niña para ver si por lo menos hace algún gesto de reconocimiento.
¡hija de mi alma!, dijo su madre mientras sus ojos llenos de lágrimas la miraban con una ternura extrema, pero Daraní la miró sin pestañear, ni un gesto, ni una señal de que la conociera… tampoco le dirigió la palabra, el momento fue inquietante para todos. El médico tomando a la madre por el brazo la sacó de la habitación al tiempo que le decía –no se preocupe ya reaccionará y la reconocerá, es mejor dejarla tranqila y sola para que pueda dormir ahora conscientemente y pueda su cerebro procesar lo ocurrido y asimilarlo.
-¡ay, doctor! Hace tiempo que ya la habíamos perdido pero esta vez creo que será para siempre.
-a ver, señora, cuénteme para poder ayudar a su hija a que salga de este problema lo mas pronto posible
-doctor, mi hija se tituló de veterinaria, tenía la ilusión de ayudar a preservar todas las especies de animales en nuestro país por lo que al término de sus estudios fue becada para ir a hacer una especialidad a España, volvió de aquel país muy cambiada, ya no era la joven inocente que partiera de nuestro lado, tenía un algo diferente… al pasar de los meses me dí cuenta que estaba embarazada y no pude hacer nada para evitar la ira de mi marido quien al enterarse de su estado la echó sin contemplaciones de la casa, mi niña llena de dolor vino a vivir a esta ciudad… no supimos mas de ella hasta el día que dieron la noticia en los diarios de su supuesta muerte, entonces vine a recuperar su cuerpo pero no era ella aquel cuerpo que me entregaban, por lo que me dediqué a buscarla por todos los hospitales.
-entonces es posible que ella tenga un hijo ¿verdad? Dijo el galeno con un gesto de preocupación
-si, contestó la madre, eso es lo que mas me preocupa, no poder averiguar si lo tiene y en donde está.
En una humilde habitación un niño de escasos tres años lloraba, la puerta se abrió y dio paso a una muchacha delgada quien lo abrazó para consolarlo, detrás de ella apareció una mujer mayor con un rictus de amargura pintado en su cara. –Irene ¿Qué piensas hacer ahora? Nosotras no tenemos dinero para sostener a este niño, debes entregarlo a las autoridades para que ellos se hagan cargo, además pueden acusarnos de plagio.
-mamá, por favor dame tiempo, yo se que la señora Daraní está viva, lo siento aquí en el corazón y si entrego al niño seguro que lo mandan a un orfanatorio y luego su madre quizá no pueda recuperarlo, dicen que en el centro médico del norte hay mas gente de la que resultó herida en el atentado, mañana iré y preguntaré por la señora ¡ya verás que la virgen nos ayuda a encontrarla!, mira como se calma en mis brazos este pequeño ¿tú crees que en un orfanatorio lo iban a tratar igual?
-ay, Irene, ojala que tu buen corazón no nos vaya a llevar a alguna desgracia.

Daraní miró la comida que su madre le ofrecía haciendo un gesto de asco, la señora desesperada le hacía mil preguntas sin obtener respuesta alguna, solo un brillo de entendimiento se producía en los verdes ojos de su hija de vez en vez, sobre todo cuando pronunciaba el nombre de su marido.
-Damián está muy contento de saber que estás evolucionando bien, dice que pronto estará aquí, quiere pedirte perdón por todo lo pasado, también me ha pedido que te cuente un episodio que vivimos cuando tenías apenas un par de meses viviendo en esta ciudad, pero lo haré en cuanto te sientas totalmente bien.
-mamá, murmuró Daraní, se que hay algo que quiero recordar pero no puedo, es algo que me pesa en el corazón y que me dice que alguien me necesita mucho
-vamos mi niña, no te exaltes, lo que sea, el tiempo te lo dirá y abrirá tu mente
-eso es precisamente lo que no tengo, tiempo, para seguir aquí y alguien sufre por mi.
Enfrascadas en sus reflexiones y pensamientos internos no se dieron cuenta de la presencia de aquella chica delgadísima que miraba a Daraní con tanta felicidad, ¡señora Daraní!, ya decía yo que la providencia la pondría en mi camino porque usted no había muerto, ¡bendito sea el cielo por habérnosla regresado!
Bastó un instante para que la reconociera y al verla sus ojos se llenaron de lágrimas al tiempo que le decía: Irene ¿Cómo está mi niño? ¿Lo has traído contigo?
Un carro se estacionó frente a aquella vivienda humilde, Irene abrió la puerta de la casa llevando en brazos al pequeño Damián y lo puso en brazos de su madre al tiempo que la portezuela se abría para que ella subiera en la parte posterior del vehículo, para Daraní ese era el día mas feliz de su vida al volver a sentir el cuerpo tibiecito de su bebé junto a ella.
Bienvenida a mi casa mamá, aquí he vivido desde el día que me despedí de ti en Yucatán y este es tu nieto se llama Damián, como mi padre.
Xochihtl abrazó a los dos mientras gruesas lágrimas corrían por su rostro, perdónenme los dos por haber permitido que los alejaran de mi, por no haber tenido la fuerza y la valentía suficiente para enfrentarme a mi esposo y defenderlos con uñas y dientes pero ahora nada ni nadie los arrebatará de mi lado pues prefiero la muerte que volver a saberlos lejos.
-a ver mamá, replicó Daraní, háblame ahora de aquello que callaste mientras estuve en el hospital
-¡ay, hija mía! Esto que te voy a decir quizá te aleje aún mas de nosotros, pero se que debes saberlo aunque tengas que irte llevando entre tus brazos a este pedacito de vida que ya me robó el corazón.
-cuando te viniste a la capital yo me quedé llorando a mares y tu padre, aunque enojado, se pasaba las noches suspirando y algunas veces lo escuché llorar, por eso no le dije nada el día que aquel muchacho llegó a la casa preguntando por ti y él, presintiendo que era el padre de tu hijo, lo trató muy mal y le dijo que tú te habías venido a la capital y que no estabas sola.
¡oh, dios mío! Sollozó Daraní, y yo pensando que Santiago me había traicionado y que se había olvidado de todas sus promesas…
Fue una travesía larga y por fin nuestro barco atracó en el puerto de Barcelona, Irene estaba mas que descompuesta por el mareo, cargué al bebé riéndome por lo bajo tan solo de ver la cara de esa pobre niña, saqué una pastilla del bolso y se la ofrecí para quitarle un poco los mareos. Pronto abordamos un taxi que nos llevó hasta el corazón de la ciudad, tomamos una habitación en un modesto hotel, esto sería provisional mientras me colocaba en algún empleo para solventar los gastos de nuestra estancia en aquel lugar, en realidad no sabía cuanto iba a durar mi búsqueda pues quizá Santiago ya no estaba trabajando para aquel transporte en el que lo conocí, si ahí seguía entonces sería fácil todo pero si no… no tengo ni idea de como encontrarlo.
Ya han pasado nueve meses de nuestra llegada, estoy trabajando de recepcionista en unas oficinas de gobierno, no es muy bueno el sueldo pero me alcanza para pagar la renta de nuestra casita y la escuela de mi niño, solo la pobre Irene no se puede acostumbrar a este ritmo de vida y mas porque su madre no deja de llamar cada día por teléfono para decirle que la extraña y que su deseo es que regrese ya a su lado, espero que aguante un poco mas porque en realidad yo no podría hacer nada sin ella y se lo he dicho muchas veces a lo que siempre me responde “ay, señora, yo la acompañaré siempre pero ojala y no me vaya a enamorar de un españolito porque si es así no volveré mas a mi México”, esto nos hace reír siempre que lo dice porque ni yo ni ella misma se puede imaginar enamorada de alguien, aunque quien sabe, el destino es curioso y a veces nos enreda mas de la cuenta en cosas que no imaginábamos.
Los fines de semana acostumbramos ir al café donde charlé por primera vez con Santiago, ya no tengo esperanzas de encontrarlo si vengo a este lugar solo es por recordar los buenos momentos que pasamos juntos.
Esa fría mañana de invierno, Santiago volvió a Barcelona, no lo hubiera hecho por el mismo, solo que su única tía que le quedaba estaba muriendo y en su lecho de muerte quería volver a verlo, y regresó por complacerla ya que la ciudad le traía recuerdos muy tristes. Se quedó varios días y ya casi para irse visitó aquel café que tanto recordaba, tomó la mesa que años antes tomara cerca de un ventanal y como antaño, empezó a llover, llegaron a su mente un torrente de recuerdos, suspiró muy profundo y al volver la vista se encontró con un niño de ojos verdes como el mar que lo miraba curioso, Santiago sintió un puñal en el pecho al ver en esos ojos la mirada de su amada Daraní, el pequeño le sonrió y se fue a una mesa de la otra orilla junto a una muchacha delgada y muy simpática, Santiago se dirigió a la mesa para preguntar a la chica de donde eran pero ella le rehuyó y tomando de la mano al pequeño salieron del establecimiento a toda prisa, él, sin embargo, no estaba dispuesto a perderlos de vista y los siguió de manera discreta hasta que se metieron en un edificio, Santiago optó por sentarse en una banca del parquecito frente del edificio y permaneció ahí mucho tiempo pensando en su amada y en aquel niño tan parecido a ella, no se dio cuenta del tiempo transcurrido hasta que sintió frío y con la luz del atardecer caminó calle abajo absorto en sus pensamientos y con la cabeza baja no advirtió a la mujer que venía muy de prisa en sentido contrario a él, sintió el impacto al tropezar con ella y por instinto la detuvo por la cintura para que no cayera al suelo, ella al verlo dio un grito de terror y él casi la deja caer al piso al mirarla a la cara. -¡Santiago!, ¡Daraní! Después todo fue confusión y palabras no entendibles, frases entrecortadas, ella reía y lloraba al mismo tiempo. El muy asustado temblaba de pies a cabeza sin poder coordinar sus pensamientos ni su lenguaje.
-pero tu estabas…
-¿muerta?, según los medios si, pero no fue así, replicó ella mientras trataba de reaccionar.
-pero entonces tú… estás bien y… dime que pasó en realidad
-aquel día, empezó a relatar Daraní, me dirigía a los subterráneos del metro para ir a mi trabajo y antes de empezar a bajar las últimas escaleras, se escuchó un grito de una persona que decía:”¡corran a la salida porque una bomba estallará en unos segundos!” a esto toda la gente empezó a salir corriendo, atropellando a cuanto se les ponía enfrente, yo di la vuelta y fue entonces que perdí mi bolso que no sé ni como fue a dar a las manos de aquella mujer con la que me confundieron, corrí pero un impacto terrible por la espalda me hizo caer de bruces y sobre mi una señora muy gordita que fue quien salvó mi vida al recibir ella los fragmentos de la bomba en su cuerpo.
Santiago lloraba al escucharla, mirándola con los ojos plenos de amor y su corazón lleno de felicidad.
-Daraní, ¿tú tienes un hijo?
-si, un hijo muy hermoso.
-entonces tú estás…
-¿casada?, hummm no, aún no
-entonces el niño
-¿no te imaginas?
-no, no puedo imaginar ¿de que hablas?
-de que ese niño es tuyo.
Santiago tuvo que apoyarse en la pared para no caer por la impresión que aquella noticia le causara.
-¿no te da gusto eso?, preguntó Daraní angustiada
-¿gusto?, no, esta noticia me mata de felicidad.
Bueno el final ya lo imaginarán los lectores y como no me gustó solo pondré las últimas frases de Santiago: “esta es la historia de mi princesa maya y la mía, ¡amada princesa nunca te dejaré ni a ti ni a mi hijo!”
Fin…
marilupis