Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La historia de Peter Rabbit.

BEATRIX Potter.
La historia de Peter Rabbit.
 
Érase una vez, cuatro pequeños conejitos, sus nombres eran
 
 
                   Flopsy,
  Mopsy,
   Colita de Algodón
  Y Peter.
 
 
Vivían con su mamá en un banco de arena, debajo de las raíces de un enorme abeto.
–Ahora, mis queridos –dijo la señora Rabbit una mañana–, pueden ir al campo o al sendero, pero no vayan al jardín del señor McGregor. El papá de ustedes
tuvo un accidente allí, la señora McGregor lo puso en una tarta.
Vayan y no se metan
en problemas. Yo voy a salir.
Entonces, la señora Rabbit tomó una canasta y su sombrilla y se fue a la panadería. Compró una hogaza de pan de centeno
y 5 bollos de grosella.
Flopsy, Mopsy y Colita de Algodón, que eran buenos conejitos, fueron al sendero a juntar moras.
Pero Peter, que era muy travieso, fue derecho al jardín del señor McGregor y pasó por debajo del portón.
Primero comió algunas lechugas y porotos, luego comió algunos rabanitos; entonces, sintiéndose un poco enfermo, fue a buscar perejil.
Pero a la vuelta de un plantío de pepinos, ¡a quién se encontró sino al señor McGregor!
El señor McGregor estaba de rodillas plantando repollos, pero saltó y corrió detrás de Peter, sacudiendo un rastrillo y gritando:
–¡Detente, ladrón!
Peter estaba terriblemente asustado; corrió por todo el jardín porque había olvidado el camino de regreso al portón.
Perdió uno de sus zapatos entre los repollos, y luego el otro entre los tomates.
Luego de perderlos, corrió en cuatro patas y fue más rápido, así que creo que debería haberse escapado si desafortunadamente no hubiera caído en una red
de grosellas, y quedó atrapado por los grandes botones de su chaqueta. Era una chaqueta azul con botones de latón, bastante nueva.
Peter se dio por vencido y derramó grandes lágrimas; pero sus sollozos fueron escuchados por unos gorriones amistosos, que volaron hasta él con gran agitación,
y le imploraron  que hiciera un esfuerzo.
 
El señor McGregor se acercó con un cedazo, con el que pretendía golpear a Peter, pero Peter se liberó justo a tiempo, dejando su chaqueta detrás.
 
Corrió hacia el cobertizo de herramientas, y saltó dentro de una lata. Habría sido un buen lugar para esconderse, si no hubiera estado llena de agua.
El señor McGregor estaba seguro de que Peter estaba dentro del cobertizo, tal vez escondido debajo de una maceta. Comenzó a voltearlas cuidadosamente,
mirando debajo de cada una de ellas.
En ese momento, Peter estornudó:
–¡Achú!
El señor McGregor lo descubrió en seguida y trató de pisarlo, pero Peter salió saltando por la ventana, volteando tres plantas. La ventana era demasiado
pequeña para el señor McGregor y estaba cansado de correr detrás de Peter, así que volvió a su trabajo.
Peter se sentó a descansar; estaba sin aliento, temblaba de miedo, y no tenía ni la menor idea de hacia donde ir. También estaba empapado por haber estado
dentro de esa lata.
 
Después de un rato, comenzó a vagar, dando vueltas y vueltas, no muy rápido y mirando alrededor.
 
Encontró una puerta en una pared, pero estaba cerrada y no había lugar para que un conejito rechonchito se metiera por debajo.
 
 
Una anciana ratona entraba y salía por el escalón de piedra de la entrada, llevando arvejas y porotos para su familia en el bosque. Peter le preguntó por
el camino hacia el portón, pero ella tenía una arveja tan grande en la boca que no pudo responderle. Sólo sacudió la cabeza y Peter comenzó a llorar.
 
Luego intentó encontrar el camino cruzando el jardín, pero se perdió aún más. Entonces llegó al estanque donde el señor McGregor llenaba sus latas con
agua. Una gata blanca observaba un pez dorado, estaba muy, muy quieta, pero, de tanto en tanto, la punta de su cola se sacudía como si estuviera viva.
Peter pensó que lo mejor era irse sin hablarle; su primo, el pequeño Benjamín Conejito, le había contado sobre los gatos.
 
Volvió al cobertizo de herramientas, pero, de repente, muy cerca de él, escuchó el  ruido de una azada: scritch, scratch, scratch, scritch. Peter se escondió
debajo de los arbustos. Pero al momento, como si nada pasara, salió, trepó por una carretilla y se asomó. Lo primero que vio fue al señor McGregor sachando
las cebollas. Le daba la espalda a Peter y detrás de él estaba el portón.
Peter bajó muy calladito de la carretilla y corrió lo más rápido que pudo por un camino recto detrás de unos arbustos de grosellas negras.
El señor McGregor lo vio en el rincón, pero a Peter no le importó. Se deslizó por debajo del portón y se encontró a salvo en el bosque, fuera del jardín.
El señor McGregor tomó la pequeña chaqueta y los zapatos para hacer un espantapájaros que asustara a los mirlos.
Peter no dejó de correr ni miró hacia atrás hasta que llegó a su casa bajo el gran abeto.
Estaba tan cansado que se dejó caer sobre el suave suelo de arena de la madriguera y cerró sus ojos. Su mamá, que estaba ocupada cocinando, se preguntó
que habría hecho con la ropa. ¡Era la segunda chaqueta y el segundo par de zapatos que Peter perdía en quince días!
Lamento decir que Peter no se sintió bien esa noche.
Su madre lo llevó a la cama, hizo té de manzanilla y le dio un poco.
–Una cucharada antes de dormir.
Pero Flopsy, Mopsy y Colita de Algodón comieron pan y tomaron leche con moras.
 
 
La historia de Peter Rabbit.
BEATRIX Potter