Texto publicado por Irene Azuaje

Venezuela: bitácora De Una Nación En Crisis I

Generalidades

Antes de comenzar —quizá a modo de mini prólogo—, quisiera aclarar que esta serie de textos no pretende hacer apología al delito, ni tampoco tiene la intención de incitar a la violencia, al golpe de estado. No es, al menos no está pensado de esa forma, ser una invitación a la insurrección o la insurgencia y no, no se confunda estimado lector, quien escribe no es conformista, ni tampoco una persona que sepa resignarse; quien escribe es una mujer sin mayores pretensiones que las de vaciar su mente de tantas ideas y pensamientos, deslastrarse del miedo que viene sintiendo a expresarse de forma franca y abierta sobre lo que experimenta viviendo en un país como Venezuela.

Me gustaría aclarar también que, no soy una persona que tenga bastos conocimientos de política, historia, estrategia militar; tampoco soy una persona que tenga contactos periodísticos, fuentes de información ni nada que se le parezca. Soy solo una venezolana más que necesita aclarar sus ideas, que necesita contar —puede que como salida terapéutica— cómo percibe la realidad que la rodea.

Lo que pueda expresar en estos textos no es, ni pretende ser un dogma ni una verdad absoluta; solo es la forma en que yo vengo percibiendo lo que sucede en mi país.

Hechas las aclaraciones, haré un brevísimo resumen para que se entienda un poco el por qué de mi posición contraria al gobierno actual, la cuál no está fundamentada en un ideario político, sino en la educación y la forma de hacer las cosas que se me inculcó desde pequeña.

A mí se me enseñó a que lo correcto era hacer las cosas bien, incluso mejor que bien; no porque eso fuese a traerme un beneficio, sino porque así es que deben hacerse las cosas. Bien. También se me enseñó que es incorrecto apropiarse de lo que no nos pertenece; no importa si otro tiene dos o tres de eso que usted necesita, me decían. Eso no es suyo, por tanto, no debe cogerlo; ya buscaremos de darle uno a usted.

Siendo así, es en extremo difícil que pueda yo congeniar con un militar golpista, que ha intentado imponer un montón de cosas, que se ha apropiado de lo ajeno con la excusa de darle al que no tiene; y que, de paso, no supo hacer las cosas bien —al menos en lo tocante a la gerencia de los recursos de un país en beneficio de todos sus habitantes—.

Siendo muy crítica, la verdad es que el expresidente Chávez ni siquiera fue capaz de hacerse con el poder a través del golpe de estado de 1992, lo que a mis ojos lo deja como un militar fracasado.

¿Puede entonces confiarse que un militar incapaz de dar un golpe de estado que venía planificando por más de 15 años sacase a Venezuela de la crisis que se le venía encima?

A todas luces me parece a mí que no, pero a la mayoría de los venezolanos les pareció otra cosa —nunca entenderé por qué—.

Tampoco entenderé jamás como no le vieron la costura de dictadorzuelo, cuando el hombre se tira un golpe de estado un año antes de que hubiese elecciones en el país. Si tan amante de la democracia participativa era, ¿por qué no pidió su baja y se lanzó a las elecciones sin dar un golpe donde murió tanta gente?

Y sí, ya sé que más de un seguidor del chavismo dirá que las elecciones en Venezuela siempre estuvieron amañadas. Yo solo pienso: ¿si estaban tan amañadas cómo es que Chávez ganó en el 98?

Porque no pretenderán que crea que desde la cárcel el hombre hizo magia y de pronto todo el tinglado electoral se desamañó, ¿no?

Mucho podría decir y preguntar, pero el caso es, que yo no puedo estar de acuerdo con la mediocridad y eso es en esencia el legado que nos dejó el expresidente Chávez.

A mí —por si alguno estaba con el pendiente— ese tema de la izquierda, la derecha, los ultras de cada lado, me tiene muy sin cuidado, la verdad. A mí lo que me parece relevante es, que del color que sea, de la ideología que sea, quien opte a dirigir una nación, lo haga bien sin importar si eso le trae un beneficio personal o no; porque ser presidente de una nación no es ser el presidente de una compañía propia donde lo que se busca es el beneficio individual, el provecho y las utilidades a fin de cada año fiscal, ¿no?

Y no, no se equivoque que yo no tengo nada contra aquel que, con trabajo y dedicación crea su empresa y obtiene beneficios.

Otro cantar es que, como presidente de una nación el estatus quo personal cambie de manera drástica y, tal como se auto etiquetaba el expresidente, se pase de ser un pata en el suelo, ha tener unas cuentas y propiedades que con el salario de un funcionario no se paga en unas cuantas décadas.

Haciendo un salto temporal, hay que reconocer, no sin tristeza, que el único legado del expresidente Chávez no fue la mediocridad como ideario o principio; El señor nos dejó la personificación de todo lo que el presidente de una nación no debe ser: Nicolás maduro Moros.

En 2012, al expresidente Chávez no se le ocurre una mejor idea que inducir a sus seguidores —cual borregos camino a ser esquilados— que escogiesen como sucesor a Nicolás Maduro, a quien ahora pretenden denominar como el presidente obrero. Un hombre que, parece que por mucha preparación que se le dé, por mucho curso de vocería, oratoria, clases de historia, política, economía y afines, no logra deslastrarse de la marginalidad mental; los avances que ese señor ha mostrado son bien pocos y, a veces me pregunto hasta qué punto no es adrede.

¿Será que es justo eso lo que se pretende vender?

La imagen de un hombre inculto, ignorante, marginal; esa que logre conectarse con la masa popular; con las clases más bajas que, en definitiva, son las que siguen manteniendo en buena parte al gobierno actual en el poder.

Eso, o los peores enemigos del gobierno están en sus entrañas y juegan a la división interna del chavismo y a la exacerbación externa de todo aquel que no esté a favor del gobierno. ¿Truculento?

Puede ser, pero en todo caso, son preguntas que me rondan la cabeza sin cesar; quizá porque me resulta inverosímil tanta equivocación junta.

Haciendo otro salto temporal, decir que Venezuela viene en franco deterioro; sobre todo desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia de la nación. Invento tras invento, buscando paliar la situación económica, lo único que se ha logrado es profundizar la crisis.

La situación del país es tan precaria —lo quiera creer o no— que en Venezuela si usted no forma parte del círculo selecto boligurgués cívico-militar, no importa cuanto dinero tenga en su cuenta bancaria, la crisis lo va a abofetear y será muy probable que para poder conseguir lo mínimo necesario, tenga usted que acudir a países vecinos y gastarse un dineral, porque en Venezuela no lo va a conseguir con facilidad.

Y algún cándido lector se preguntará: ¿por qué el pueblo no sale del gobierno?

Y yo le repreguntaría: ¿De cuándo acá los pueblos oprimidos salen de los gobiernos sin un conflicto armado?

¡Ajá! ¿A que mas de uno piensa en Gandhi? Sí, yo también lo he pensado muchas veces.

No obstante, siendo realistas y teniendo en cuenta la idiosincrasia del venezolano que, no se parece de ninguna forma a la del pueblo indio, sumado a que, acá no tenemos ningún líder de semejante magnitud, ni las circunstancias, la época o el gobierno es el mismo, lo del pueblo indio y la no violencia deja de cobrar sentido para mí.

Algo que tiene que entender aquel que ve el conflicto desde fuera es, que una cosa es mirar las noticias sentado con comodidad en el salón de su casa y otra muy diferente es estar en medio del conflicto, intentando alzar la voz de protesta ante la situación que se vive y recibiendo perdigones, bombas lacrimógenas, disparos, golpes y ráfagas de chorros de agua a toda presión.

Haga el ejercicio por un momento y luego pregúntese si usted se quedaría de pie, inmóvil ante semejante arremetida, si usted no se defendería. Haga ese ejercicio sobre todo cuando se le pase por la cabeza decir que el pueblo venezolano es violento.

Haga también el ejercicio de imaginar que su familia no logra conseguir los medicamentos —si los necesita—, que usted mismo no sabe si comer usted o darle de comer a sus hijos. Haga el ejercicio de imaginarse hurgando en la basura de edificios y locales, por la mañana y por la tarde. Luego, haga el ejercicio de imaginarse que por comer de la basura se enferma, pero no tiene seguro para ir a una clínica privada y le toca ir al sistema nacional de salud y ahí, no solo no le atienden porque no hay insumos, encima, le maltratan.

Haga el ejercicio de imaginarse que no tiene información por el periódico, ni la radio ni la televisión. Que lo mejor a lo que puede acceder son las redes sociales.

Haga todos esos ejercicios y luego, si puede, critique o juzgue al venezolano que sale a marchar o a trancar las calles porque quiere y necesita un cambio.

Diga que somos violentos, pagados por el imperio. O diga que somos flojos, cómodos, incluso atrévase a intentar decir que tenemos lo que nos merecemos.

¿Exageración?

Me gustaría decirle que sí, que soy una exagerada; pero no, esa es la realidad, palabras más, palabras menos, que vivimos los venezolanos, así, usted que me lee desde fuera, o que no comparte mi forma de pensar, no lo quiera creer.

No me gusta la violencia, no me gusta el tema bélico; pero entiendo que en ocasiones no hay alternativas.

Y con mucha preocupación debo decir que en Venezuela no hay alternativas; que hay que salir a la calle y protestar; o protestar por redes sociales, o desde casa; pero protestar.

Pero callarnos, resignarnos, no defendernos ante las agresiones del gobierno, eso es un sinsentido; ni más ni menos.

Venezuela no tiene en el fondo aliados, no hay países que en realidad hagan nada por nosotros.

Esa matriz conspiranoica de que el imperio nos va a intervenir, no es más que eso, una matriz usada para enajenar al que tiene pensamiento de izquierda y ve a los EEUU como el demonio de todas las cabezas.

Como si ya no estuviéramos invadidos por el imperio chino, al que Venezuela le debe el culo y más allá. Un imperio que, por cierto, implementa el comunismo para controlar a la población y doblegarla, pero que en ejercicio, aplica un capitalismo salvaje como el que más; que cosas, ¿no?

Teniendo intereses mucho más productivos en otros conflictos mundiales, ¿en serio se puede seguir creyendo que el imperio norteamericano anda conspirando para invadir Venezuela?

Un poquito de por favor, si son tan amables.

Además, de verdad ¿hay quien pueda creer que las fuerzas armadas nacionales serían un oponente para el tan mentado imperio? ¿en serio?

¿Con aviones y helicópteros que se caen en simulacros? ¿Con tanques que parece se van a desarmar en cualquier momento?

¿con el armamento que Rusia vende porque ya no les sirve de nada?

¿con eso?

Por no hablar de la preparación con la que cuentan en la actualidad los efectivos castrenses y claro, no olvidemos, los milicianos —que para quienes no lo sepan son, en su mayoría personas de la tercera edad—.

Y sí, quien me lea y tenga ideales muy radicales dirá que el ser humano saca fuerzas de donde no las tiene, que cuando se decide a luchar por lo que le pertenece saca uñas y dientes. Pero, ¿es ese el caso venezolano en todos los sentidos?

Al menos yo, no lo tengo tan claro. No me imagino yo a los militares de este país luchando demasiado, luego de casi dos décadas echándose aire y gozando de todas las prebendas que se les han otorgado para que sean genuflexos ante los desmanes del gobierno. Tampoco me imagino yo a los milicianos (adultos mayores y jóvenes casi adolescentes) luchando demasiado cuando llevan la misma cantidad de años dentro de la milicia solo por usar un uniforme y recibir un dinero mensual por esgrimir consignas mutantes —no se sabe si son socialistas, comunistas, chavistas, maduristas, vagabundistas o todas las anteriores—.

Por cierto, hablando de imperios y autonomía, ¿en serio se puede pensar que Venezuela es un país autónomo e independiente? ¿sí?

Cuando se le debe el culo a china, otro tanto a Rusia; cuando se importa más del 70 % de los productos que se consumen; cuando en el país el aparato productor está casi en ruinas.

¿Es mejor deberle el culo a China que deberle algo al FMI?

¿No estamos endeudados hasta el culo y lo que le sigue?

O soy la única que se da cuenta de eso.

Venezuela no está sola, dirán algunos. La OEA, la ONU, varios países se han pronunciado ante los desmanes del gobierno de Maduro.

Estimados lectores, criaturitas del señor y el universo. ¿Eso en qué cambia lo que vivimos fronteras adentro?

A mí, me resulta indignante el argumento de: “Es que que un país como México con sus problemas voltee y nos mire ya es mucho” y así, pare usted de contar.

Y me resulta indignante porque Venezuela ha sido el paraíso para más de un ciudadano extranjero que ha salido de su país huyendo o buscando una mejor calidad de vida. Me resulta indignante porque durante el mandato del expresidente Chávez, bien que un montón de países sacó tajada. Ahora, que la situación está bien jodida, que ya el beneficio no es el mismo; ahora que incluso les molesta pensar en tenernos como migrantes, ahora importa mucho la diplomacia, el derecho internacional, la no injerencia en asuntos internos.

Ahora es, Venezuela tiene que arreglar sus asuntos; pero, si cualquier suceso les permite adjudicarse el papel de mediador, de negociador, de pacifista, ahí sí salen raudos y veloces, ¿no?

Vamos, que de seguro no digo nada ni extraordinario, ni nuevo; pero sí es algo que da muchísima rabia, al menos a mí, fronteras adentro.

Claro que, no es lo único que da rabia. También da rabia aquel que se denomina opositor y lo que hace es criticar por criticar. Ese que solo ve las fallas de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y parece obviar toda falla del gobierno. Da mucha rabia aquel que solo critica desde la comodidad de su teclado, incluso en otros países; diciéndonos lo que debemos o no hacer aquellos que seguimos dentro.

Vamos, que así criticar es una pasada, ¡no?

Y no, yo no cuestiono en absoluto a quien decidió y pudo irse. Tampoco soy proclive a la autocensura; pero sí creo que hay que ejercitar la empatía, tratar de aportar, no solo soltar veneno y negatividad; esa superioridad moral desde mi punto de vista, se la pueden meter bien enrrolladita en el trasero, cual supositorio.

A muchas personas parece que se les olvida quien detenta el poder en Venezuela, quien tiene las armas, quien ejerce el control. También parece que se les olvida lo difícil que es ponerse de acuerdo, lo mucho que se ha criticado al gobierno por ofrecer como única posibilidad el pensamiento único.

No justifico las fallas que haya podido tener la MUD, sobre todo en lo inherente a la estrategia comunicacional externa; pero intento ponerme en sus zapatos y no es nada fácil.

Y no es fácil porque el venezolano tiene un mojón mental —al menos la mayoría— y anda esperando que los olmos den peras, que los escarabajos tengan plumas y las ranas pelos. El venezolano anda tras una salida mágica, cómoda e inmediata, tras un mesías que le salve de la situación abismal que se presenta cada vez más cerca Y no, señores, las cosas no funcionan así.

Hay mucho venezolano, incluso con la etiqueta de intelectual, pensando en pajaritos preñados, preocupándose por pendejadas y frivolidades que lo que menos hace es, ejercitar su empatía.

Hay mucho venezolano que, si este político o aquel no actúa de la forma que creen, es la correcta, ¡zasca! Le tiran con todo. Mucho venezolano que se queja tanto si se hace, como si no se hace.

En resumidas cuentas, mucho venezolano esperando, atenido que la MUD y sus dirigentes se muevan, que hagan magia como Harry Potter; eso sí, cero negociaciones porque eso es venderse —como si los grandes conflictos mundiales no hubieran atravesado grandes procesos de negociación, incluso con conflicto armado en desarrollo—.

No sé si nuestro problema como nación es la idiosincrasia, es la corta memoria; que somos una nación inmadura, con poca visión de bienestar colectivo y demasiada individualidad o qué coño es lo que pasa, de verdad; pero es frustrante ver la poca solidaridad de algunos, la empatía nula que muestran.

¿a dónde se fue eso que tanto nos caracterizaba?

Sí, venimos sometidos a un proceso de desesperanza aprendida, de terror de estado, de violencia psicoemocional progresiva y sostenida; pero me niego a aceptar que no hay salida, que las cosas no pueden cambiar.

¿cómo? No lo sé; ya quisiera yo tener una solución, que la daría y la aplicaría sin reticencia; pero no conozco otra cosa que no sea esto, escribir y plasmar mis pensamientos, por absurdos o poco argumentados; por poco documentado que sean.

Esta, al final, es mi mejor forma de protesta.

En la próxima entrega: cien días de protestas, casi cien vidas perdidas.

Fuente: https://viviendoentredosmundos.wordpress.com/2017/07/10/venezuela-bitaco...