Texto publicado por Irene Azuaje

Ceguera: Lado Oscuro O Falsa Expectativa

por Lehna Valduciel
Desde hace poco, participo en una plataforma que aloja un juego de rol.

Aunque jamás he sido aficionada a los juegos —como no fuesen rompecabezas o de preguntas y respuestas—, llevo un tiempo planteándome retos personales; actividades que me lleven a explorar y ejercitar algo más de mí y no solo ser la tecnóloga a quien hacer preguntas; la que ofrezca todo tipo de soluciones.

Quizá porque quisiera ser algo más que una colección de títulos universitarios. Este juego de rol en particular, me está permitiendo ejercitar la imaginación, avanzar en mis conocimientos sobre seguridad informática y hacking, pero por encima de todo, me permite ejercitar la escritura creativa; y eso es de agradecer, la verdad.

También, me está permitiendo ejercitar una habilidad que, en mí, es un tanto negada: la socialización.

Esta plataforma tiene un espacio, donde quienes participamos podemos intercambiar —fuera de nuestro rol— ideas, información y también podemos socializar.

Quien me haya leído antes, habrá llegado a la conclusión que la socialización con ciegos y yo, tenemos una relación amor-odio; porque pues, en la tifloviña del señor —como en otras viñas— hay algunos especímenes con los cuales provoca convertirse en republicana y pasarlos por la guillotina.

Aquí, que es lo que motiva mi divagación de hoy, quiero detenerme porque, hace unos días, durante mi conexión, pude leer a varios participantes —todos ellos con discapacidad visual— intercambiando anécdotas de su etapa de yogurines —adolescentes—. Hablaban de sus anécdotas, sus travesuras, sus violaciones de normas y demás. Si bien es cierto que me sorprendí un poco con algunas —algunos tienen una mente perversa y macabra (inserte aquí carcajadota)—, lo que en el fondo me sorprendió más fue la actitud y reacción de quienes se encargaban de la supervisión de estos jovencitos.

Entonces, para no variar en mí, tuve que hacerme la pregunta obligadísima:

¿Cuánta mitología tienen arraigada en la siquis muchos individuos que trabajan con personas con discapacidad?

¿Por qué la travesura de un adolescente con sus 5 sentidos se normaliza —y hasta se ríe— pero la de un ciego se sataniza?

¿Por qué hablo de satanizar?

Porque si usted, a un joven que tiene discapacidad visual y ha hecho una gran travesura —porque tiene la inquietud o la costumbre de hacerlas— le dice que es un “engendro del demonio”, no puedo llamarle de otra forma.

Y no, no vaya usted a pensar que yo soy tolerante porque comparto la ceguera y creo que hay que alcahuetearle las sinvergüenzuras a un ciego; nada más lejos de la realidad.

Pero si usted va a sancionar a un grupo de adolescentes que le tienen la vida echa cuadritos, hágalo por igual. No le ría o solape las cosas al que no tiene discapacidad, mientras al ciego lo trata como si estuviera poseído por el mismo Lucifer.

Porque si vamos a hablar de eso, partiendo de un supuesto de que el demonio exista y pulule entre nosotros, dudo mucho que le importe demasiado si el alma va dentro de un cuerpo ciego o dentro de un cuerpo que tiene visión 20/20.

A lo que voy, señoras y señores es, a que resulta absurdo tener la expectativa de que el ciego “tiene el deber” de ser más bueno, tener mejor conducta, por el hecho de que no ve.

La curiosidad, la inquietud de un individuo no viene determinada por su grado de agudeza visual, que lo sepan.

Demás está decir, que los ciegos se aburren, y todo ser humano que se aburre, busca la manera de romper con eso.

Asimismo, la crudeza, la crueldad, la franqueza y la falta de sutileza no dependen tampoco de la ceguera. Si usted tuvo tratos con un ciego durante su niñez y su juventud, lo trató de manera inapropiada y se lo encuentra tiempo después, esperar que el ciego le reciba de besos y abrazos cuando usted no contribuyó a crear ese vínculo, es por decir lo menos, una soberana estupidez.

Si usted le pide sinceridad a un ciego, ¿por qué no habría de dársela en justa medida?

Déjeme decirle, que la ceguera no nos obliga a ser diplomáticos. Que puede ser una herramienta porque no sabemos en qué momento podemos necesitar el apoyo de un tercero, sí; pero no nos obliga a callarnos en determinadas circunstancias. Podemos decirle a alguien que no nos agrada, y muchas cosas más.

¿Qué hay ciegos bordes? En efecto, como hay personas que no son ciegas y son igual de bordes. Pero ese no es el punto. El punto es, que se sobredimensionan las actitudes naturales de un ciego, por la fastidiosa mala costumbre de creer que los ciegos somos angelitos caídos de una nube, enviados a la tierra no se sabe bien con qué fines.

¿Y el verdadero problema cuál es?

Que se va creando desde pequeño, la cultura de estigmatización del ciego y eso fastidia la inclusión en muchos aspectos de la vida cotidiana. Y la verdad es, que el problema no es que el ciego sea travieso, ni siquiera si en realidad el niño es cruel. Eso es algo que puede suceder y hay que saber manejarlo de forma adecuada. Un niño ciego con problemas de conducta, tiene que ser abordado con la misma naturalidad que uno que no lo es y presenta los mismos problemas de conducta.

Si lo dejamos pasar porque el niño es ciego y pobrecito, hay que entenderlo; como si lo azotamos en extremo porque tenemos la idea del deber ser del niño ciego angelical, estaremos haciendo un daño que, en algunos casos puede no tener marcha atrás.

Si marcamos una diferencia entre la sanción para un niño que ve y la que aplicamos a un niño ciego basándonos en su ceguera, hacemos otro tanto de daño; no solo hacia el niño ciego, sino también hacia el que no lo es. Es en esos momentos cuando se comienza a alimentar la mitología sobre la ceguera y lo que significa vivir siendo ciegos —ojito, no solo hacia afuera, también hacia adentro del colectivo—.

Lo que voy a expresar a continuación, no lo hago por manchar la imagen del colectivo de personas ciegas y baja visión; lo hago para que se entienda que somos seres humanos como cualquier otro, con las mismas diferencias que puede haber entre dos individuos cualquiera; lo único es, que funcionamos con un sentido menos que el resto. Eso no nos convierte en seres anormales; tampoco es eso, lo que nos hace ser excepcionales.

Las personas ciegas tenemos nuestro lado luminoso, nuestra mejor versión; pero podemos tener también la peor versión y eso no nos hace descendientes de lucifer, ¿se entiende?

Las personas ciegas podemos ser malvadas o bondadosas, honestas o estafadoras, auténticas o falsas, perversas o cándidas. Algunos rasgos serán predominantes, otros no. Dependerá de nuestra experiencia, nuestra educación, nuestro contexto familiar, laboral, social o educativo; ni más, ni menos.

Cierro invitando a aquellas personas que forman parte de la sociedad a preguntarse:

Si hay tantas cosas “normales” —o comunes y bien aceptadas por ustedes— en la conducta de quien no tiene discapacidad, ¿quién les ha dado el derecho a censurarlas en una persona ciega?

Me gustaría invitarles también a que reflexionen sobre lo siguiente:

El ciego —y ninguna persona, en realidad— está obligada a satisfacer las falsas expectativas de los demás. Si el ciego no es como esperaba, pregúntese primero si usted, no habrá sido víctima de sus expectativas, antes de censurarlo por una mala acción. Eso quizá le ayude a ser mucho más justo al momento de aplicar una sanción, si es que está en sus manos hacerlo. Si esto último no es así, agarre su superioridad moral, enróllela bien enrolladita y, métasela en el bolsillo de atrás.

Es una humilde sugerencia, por supuesto.

Gracias a todos por estar allí, les abrazo fuerte.

Ceguera: Lado Oscuro O Falsa Expectativa
Lehna Valduciel | 18/05/2017 en 10:25 | Etiquetas: Ceguera, Conductas, Estigmatización, Expectativas | Categorías: Bitácora de Anécdotas y Reflexiones | URL: http://wp.me/p4Osgg-be