Texto publicado por Irene Azuaje

Ortografía: ¿Misión Imposible Para Los Ciegos?

por Lehna Valduciel
Antes de comenzar a divagar quiero hacer algunas aclaratorias.

Las faltas ortográficas no son inherentes única y exclusivamente a las personas ciegas. Hay personas con visión óptima que escriben como si lo hiciesen con los pies.

Tampoco la reticencia a mejorar en la comunicación escrita es exclusiva de los ciegos, muchas personas con visión óptima rechazan la corrección de terceros.

Y, por último, afortunadamente no todos los ciegos cometen faltas ortográficas. Algunos, de hecho escriben condenadamente bien y hasta son escritores con libros publicados.

Puede que se estén preguntando: ¿si esto no es exclusivo a personas con discapacidad visual, por qué divagar en torno a este colectivo?

Es probable que, como me dijese un buen amigo, soy muy ilusa y todavía espero que esto de escribir y comunicar, de intentar que nos demos cuenta y podamos cambiar para mejor, se convierta en realidad algún día.

Ahora, puede que lo que tenga más peso, es que tengo la tendencia a ser ortografofílica, que no ortografómmana. No se maten buscando los términos en el DLE, pues no están incluidos, aunque sí son utilizados por ortógrafos de profesión como Jacqueline González, para diferenciar a aquella persona apasionada por la ortografía y aquella persona obsesionada por corregir las faltas ortográficas de los demás.

Ahora bien, también tiene gran peso que, es cada vez más frecuente encontrar personas ciegas utilizando internet y redes sociales, dejando sus huellas por toda la autopista de la información, que se identifican como ciegos y cuya ortografía deja mucho que desear; pero peor aún, su actitud ante quien se toma el tiempo y el interés de corregirles da muchísima vergüenza.

Y sí, cada quien elige como desea ser, como actuar y como expresarse. El problema es que cuando perteneces a un colectivo que apenas representa el 1 % de la población mundial, las peores reacciones, las conductas más vergonzosas y las generalizaciones están a la orden del día. En pocas palabras, eso que hace algún ciego arrebatado por ahí, nos termina salpicando al resto.

Dicho lo dicho, es obligatorio para mí preguntar a estas personas ciegas que escriben tan mal y se molestan porque se les corrige:

¿Por qué se niegan a mejorar su comunicación escrita?

¿Por qué no aprovechar el interés de quien les está enseñando como escribir mejor?

Y es que, a veces no sé qué resulta más vergonzoso, si que escriban tan mal o las respuestas que ofrecen cuando les enfada que les corrijan.

Y no, no soy ajena al hecho de que muchas veces quien corrige no lo hace de la mejor manera —sobre todo si es un ciego (a) ortografómano, que hay unos cuantos pululando por ahí—; pero muchas veces la respuesta es igual de agresiva y hostil, aunque se les corrija de buena manera.

Por supuesto, muchas personas que lean pensarán que puede estar justificado, ya que gran cantidad de personas ciegas no se escolarizan o si comienzan no terminan y pues, ¿cómo se les va a pedir que escriban bien?

¿Esa es la peor parte! Una gran cantidad de ciegos con pésima ortografía alegan estar, incluso, titulados a nivel universitario.

¿Cómo se gradúa de la universidad una persona con faltas ortográficas gravísimas?

Porque sí, personas que ven perfectamente bien también se gradúan arrastrando la escritura por el subsuelo.

Ahora volviendo al caso de los ciegos… ¿será que no se les exige escribir bien?

¿Qué pasa por la mente de los docentes universitarios que no les exigen cuidar la ortografía a los estudiantes ciegos?

Para no variar, aquí yo, preguntándome.

En este punto, probablemente muchas personas dirán que eso pasa porque seguramente esos ciegos no usan el braille para estudiar, que se les ha enseñado a punta de síntesis de voz y por eso sus faltas de ortografía.

Honestamente dudo mucho que eso sea un factor verdaderamente determinante.

¿Por qué?

En primer lugar, porque he leído personas ciegas, a según tituladas universitarias, que usan según dicen, el braille para estudiar, que han hecho posgrado y demás y cometen faltas ortográficas elementales como cambiar “S” por “z”, “S” por “C”, “V” por “B”, por ejemplo —sin mencionar la falta de uso de los signos ortográficos—.

¿Cómo se explica esto si se supone aprendieron el braille, estudian con este sistema y algunos hasta lo usan en sus empleos?

Por otro lado, si tienes buena ortografía, no importa la síntesis de voz, tu mente sabe cómo se escribe la palabra —eso de seguir excusándose en la síntesis con acento latino ya da pena—.

Da mucha más pena, cuando quienes más se excusan o se molestan por las correcciones suelen ser aquellos profesionales ligados a la educación y las careras de humanidades.

Y lo siento, pero hacer la diferenciación de si es educación regular o especial no me vale. Educador es educador y lo menos esperable es que un profesional del área, cuente con una ortografía, al menos aceptable.

Tampoco me parece válida la excusa de que están escribiendo en redes sociales, en foros, vía whatsapp, SMs.

Sea cual sea la profesión que tengan, tienen una imagen pública que van dejando por todas partes. Y el asunto no es dejarles de leer si no nos gustan sus faltas de ortografía —lo comento por si alguno salta con esta típica respuesta ante el cuestionamiento—; no dejan de salpicarnos sus errores de escritura, porque además estos son los que se identifican como ciegos en todas partes, antes de como personas; con lo que se afianza la idea entre la sociedad de lo mal preparados que están los ciegos.

Porque así no lo quieran considerar, ciego o no, una persona con pésima ortografía es entendida como una persona poco preparada.

¿pretendo yo que seamos perfectos?

Claro que no. Todos, con ceguera o sin ella estamos expuestos a cometer errores de todo tipo y la escritura no escapa a esto.

Hasta los ortógrafos y correctores pueden equivocarse.

Yo he cometido muchísimos errores más de una vez —y como me avergüenza cometerlos se sonroja—.

El problema no es equivocarse, el problema es no hacer nada al respecto.

El problema es saltarle encima a quien amablemente nos corrige, o buscar unas excusas inverosímiles para no admitir que hemos fallado.

El problema es no querer aprender, no buscar mejorar, no apoyarnos en los recursos que tenemos para ello.

El uso del computador facilita mejorar la escritura, incluso de forma autodidacta. Los procesadores de textos tienen corrector automático, el Diccionario de la Lengua Española tiene una versión en línea que es accesible. Hay cualquier cantidad de recursos como wikis y blogs dedicados a la ortografía, incluso hay cuentas en redes sociales de ortógrafos que despejan dudas y son muy ilustrativas. La síntesis de voz puede usarse en castellano castizo, lo que favorece identificar la escritura de muchos vocablos.

Entonces, ¿qué es lo que pasa?

¿será que molesta demasiado afrontar que hay personas ciegas mejor preparadas que nosotros?

¿será que el orgullo de las personas ciegas es su mayor barrera, su verdadera limitación?

Porque sí, está muy bien aceptar que somos humanos y cometemos errores, aceptar que nuestra ortografía no es óptima. No obstante, dicha aceptación no equivale a ser pasivos ante una situación que nos pone en desventaja. Aceptar que no escribimos perfectamente sin azotarnos está bien, es un primer paso. El problema es quedarse allí y decir: “es que yo no soy perfecto” y no hacer nada más, usando la frase como la bandera hecha a la medida para no evolucionar.

Y si lo menciono acá es porque lo he oído y leído muchas veces y porque pocas he visto que quien asume su falla haga algo para mejorar y corregirse.

¿Quién tiene la culpa?

No creo que esto sea un asunto de culpas, sino de responsabilidades quizá, no asumidas adecuadamente.

Especulando un poco —no puedo afirmar que sea así de forma absoluta—, por una parte, los padres de la persona ciega —sean estos ciegos o no— que, quizá dejan todo en manos del docente y por diversas razones no se involucran en el acompañamiento educativo desde casa. Por otra, el docente —de diversos niveles educativos— que no le exige al estudiante de la misma manera, o que, si éste no es demasiado aventajado lo deja un poco de lado respecto de los demás. En estos últimos casos, hay un fuerte prejuicio sobre la capacidad intelectual del ciego que se suma al hecho de que muchos docentes no están dispuestos a aprender braille y tampoco a buscar otra manera de enseñarle a un ciego a escribir correctamente.

En el caso de personas con ceguera adquirida, existe la posibilidad de que, si es adulta, no se tome el esfuerzo de aprender lo que no aprendió cuando era niño; también puede influir que quien le enseñe braille se limite a enseñarle el método de lecto-escritura, pero no a corregir su ortografía —total, su trabajo es enseñarle braille, no enseñarle a escribir correctamente—.

Seguramente si me quedo divagando por más tiempo, encontraré muchas más posibilidades.

En todo caso, para ir cerrando mi divagación de hoy recordarles a los docentes, padres, y por qué no, también a las personas con discapacidad visual que:

No exigirle ortografía a una persona ciega por ser ciega es excluyente y discriminatorio, es de entrada infravalorar su capacidad de aprendizaje y superación.
Hay herramientas que permiten convertir el texto en tinta a braille que, además no implican necesariamente el aprendizaje y dominio del mismo —que tampoco es cosa del otro mundo— y que puede ayudar a que la persona ciega aprenda a escribir correctamente.
Para poder leer en braille, una persona que ve perfectamente solo debe memorizar la codificación, no tiene que entrenar su discriminación táctil ni leerlo con los dedos, tampoco tiene que escribirlo con regleta y punzón. Los puntos en Braille se distinguen en el papel, pues están en relieve.
Es importantísimo lo que la persona ciega aprende en el colegio, el instituto y la universidad, pero también es importantísimo lo que aprende en casa. El acompañamiento de los padres es fundamental para reforzar lo que se aprende en el colegio. Es cierto que muchas veces los padres no cuentan con mucha preparación, puede que, algunos no sepan escribir correctamente tampoco. Que no cunda el pánico, una coordinación padres-docente puede solventar esta situación, incluso puede ser una motivación para el hijo, aprender junto a sus padres.
La pasividad ante situaciones que pueden modificarse con poco esfuerzo, tarde o temprano se convierte en conformismo. No somos perfectos, pero podemos mejorarnos día a día. Aprovechar —que no aprovecharse— el tiempo y el conocimiento e interés de alguien que sabe más que nosotros es señal de inteligencia, que lo sepan. También es inteligente aprovechar los recursos, nadie espera que escriba perfectamente a la primera, el asunto es no resignarse, la tecnología tiene mucho que aportar.
Que no sea erudito, filólogo, docente, incluso que no tenga título universitario no es excusa para no escribir bien, sépalo.
Es comprensible que, ante una persona ciega, que se burle de su falta de ortografía o que le corrija de forma inapropiada avergonzándolo delante de todo el mundo su reacción sea hostil; pero tenga en cuenta, antes de reaccionar, que no todas las personas actúan de la misma manera; tratar de no echar a todo el mundo en el mismo saco es una forma inteligente de hacer aliados y, alguien que se interesa en que aprendamos casi siempre lo es.
Por supuesto no puedo cerrar sin decirle a todas estas criaturitas del tifloreino que son ortografómanos, que nadie les dio la llave de san simón; que ustedes no son superiores a otros ciegos, porque muy probablemente su debilidad exista en otra área, solo que hasta el momento la han sabido ocultar; y que hay una diferencia no tan sutil entre corregir y humillar, por si no lo tenían claro.

Gracias a todos por estar allí, los abrazo fuerte.

Lehna Valduciel | 29/01/2017 en 17:40 | Etiquetas: Ciegos, Discapacidad, Educación, Ortografía | Categorías: Bitácora de Anécdotas y Reflexiones | URL: http://wp.me/p4Osgg-9v